Reportaje:LA INMIGRACIÓN

El arte de la fusión

Hay horas de la tarde en las que el parque del Retiro retumba en Madrid. Suenan incesantes los tambores, y el paseante puede imaginar una ceremonia africana en plena ebullición. Siguiendo la estela del sonido aparece la imagen: bajo la estatua ecuestre de Alfonso XIII, decenas de jóvenes golpean extasiados los djembes creando compases y ritmos nuevos, que otros bailan o recrean con juegos malabares y con bengalas y mazas. El encuentro, en el que participan jóvenes madrileños y gentes de orígenes variopintos, es observado como un espectáculo por los transeúntes y se ha convertido en algo...

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Hay horas de la tarde en las que el parque del Retiro retumba en Madrid. Suenan incesantes los tambores, y el paseante puede imaginar una ceremonia africana en plena ebullición. Siguiendo la estela del sonido aparece la imagen: bajo la estatua ecuestre de Alfonso XIII, decenas de jóvenes golpean extasiados los djembes creando compases y ritmos nuevos, que otros bailan o recrean con juegos malabares y con bengalas y mazas. El encuentro, en el que participan jóvenes madrileños y gentes de orígenes variopintos, es observado como un espectáculo por los transeúntes y se ha convertido en algo cotidiano.

A esas horas también hierven las calles del ya famoso barrio de Lavapiés, un tradicional barrio de inmigrantes de todo el mundo (marroquíes, coreanos, chinos, paquistaníes, africanos, latinoamericanos...) en el que se concentra la oferta más variada de la capital: restaurantes árabes, japoneses y turcos, peluquerías africanas, tiendas de ropas coreanas, locales chinos con toda clase de utensilios, negocios de tambores senegaleses, locutorios...

Mohamed: 'Lavapiés era un barrio marginal donde la heroína hacía estragos y los residentes eran tan mayores que no había una semana que no se muriese uno'
En el barrio del Raval, los peluqueros paquistaníes trabajan afanosos para su exigente clientela y dan masajes faciales haciendo vibrar gomas elásticas
Algunas calles de Granada parecen más un zoco de Tetuán o Fez que una ciudad europea. Los jóvenes han sustituido las hamburguesas por 'shish kebab' o 'falafel'
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En las últimas horas del día, la plaza de Cataluña, en Barcelona, es otro punto de encuentro: conversan latinoamericanos en los bancos, autóctonos y extranjeros participan en sesudos campeonatos de ajedrez que se prolongan durante horas. A veces, la plaza es un escenario multicolor y los músicos la invaden con sus sonidos llenándola de ritmos desconocidos. En el barrio del Raval los peluqueros paquistaníes trabajan afanosos para su exigente clientela y dan masajes faciales haciendo vibrar gomas elásticas en la cara. Africanos y oriundos hacen cola para comerse un kebab en los múltiples negocios que los ofrecen como especialidad. Las plazas están llenas de gentes a todas horas: se trapichea y se vende de todo en unas y se juega al fútbol y al baloncesto en otras.

Teterías

Algunas calles de El Albaicín de Granada, el barrio más hermoso de la ciudad, parecen más un zoco de Tetuán o Fez que una ciudad europea. Los jóvenes que salen los fines de semana han sustituido las hamburguesas por shish kebab, falafel o shawarmas (bocadillos de cordero, pollo o crema de garbanzos), informa Jesús Arias. En la calle de la Calderería el idioma predominante es el árabe, y el olor, el de la cocina marroquí. Hay decenas de teterías en donde no se sirve alcohol, confiterías donde se despachan las pastelas (tartas árabes) y carnicerías en las que sólo se dispensan piezas de carne sacrificadas según el rito del islam.

Russafa es el barrio inmigrante de Valencia. Donde en la misma calle se puede encontrar el bar Los Navarros y el de Halal, o en el que frente a los talleres Montañana está el locutorio Omán Telecom, informa Jaime Prats. Pero la diversidad de los comercios regentados por inmigrantes no implica un intercambio cultural de puertas adentro. Las clientelas se reparten casi por nacionalidades y apenas se mezclan. Algo similar se produce en el resto de los comercios de este barrio, punto de reunión de inmigrantes.

Son sólo unos retazos del mosaico de influencias de la inmigración en España. Más allá de las modificaciones legislativas, de las colas de los procesos de regularización, del control policial de fronteras, de los discursos políticos... más allá de todo eso, la vida sigue y se acomoda, no sin dificultades, a una diversidad cada vez mayor. Se va configurando una realidad distinta, filtrada por nuevas músicas, nuevas imágenes, nuevas lenguas, nuevos olores, nuevos colores, nuevos sabores...

'El futuro es de la convivencia y la multiculturalidad. Esto es sólo el principio', dice Mohamed, un marroquí que trabaja en el departamento de inmigración de C C OO. 'Cuando llegué, Lavapiés era un barrio marginal donde la heroína hacía estragos y los residentes eran tan mayores que no había una semana que no se muriese uno. Ahora, pese a la conflictividad, vuelve a estar vivo, lleno de actividad y de niños', recuerda.

Lo mismo ocurrió en el Barrio Gótico y en el Raval de Barcelona. 'La llegada de la inmigración ha contribuido a sanear estas zonas, que han vuelto a llenarse de gente, y, en consecuencia, a demandar atenciones', dice Valentí Río Sola, responsable del plan de interculturalidad del Ayuntamiento de Barcelona.

Según señalan los responsables de Asuntos Sociales de las ciudades visitadas, esa ha sido la principal aportación de los inmigrantes: han ocupado las zonas más olvidadas, han contribuido a su recuperación y han dejado las huellas fundamentales de su cultura en ellas. 'Cada vez son más los ciudadanos, sobre todo jóvenes, que acuden a esas zonas. Compran cuscús, los cacharros para prepararlo, las especias para aderezarlo, etcétera', comenta Nuria Carrera, teniente de alcalde de Barcelona.

'La inmigración ha puesto a las ciudades españolas a la altura de Nueva York o Milán', dice el cocinero Ferran Adrià. 'Ha posibilitado conocer las costumbres de otros países sin ir. Y lo más importante: si no fuese por la inmigración muchísimos locales no podrían abrir porque nadie quiere trabajar en la hostelería', agrega.

'Este intercambio no ha hecho más que empezar, el reto está en vencer el miedo al diferente favoreciendo la posibilidad de su conocimiento y, a la vez, conseguir que los que llegan asimilen las reglas básicas del sistema', explica Carrera, que reconoce que, como en Madrid, han incorporado la figura del mediador intercultural para ayudar a entenderse a unos colectivos con otros y con los autóctonos.

Pero, inevitablemente, el miedo se va diluyendo y las cosas van calando, muchas veces con ayuda de programas culturales: 'A nosotros nos corresponde contar la historia que no se cuenta', dice José Monleón, director del Festival de Teatro Madrid-Sur. 'Los que hacen la historia sólo recogen cadáveres, pero la vida es más cosas: la gente también compartía, fornicaba, bailaba y disfrutaba. Hay que buscar en lo popular', insiste.

'Como cineasta me preocupa el cómo representar a un inmigrante', dice José Luís Guerín, director de la película-documental En construcción. 'Huyo del prototipo de inmigrante que se ha reflejado hasta ahora en el cine (indocumentados que sufren racismo social). Por eso elegí a Abdel -uno de los protagonistas-: es marroquí, pero es ateo, es marxista y es un poeta', cuenta.

'Nunca he entrado en la Sagrada Familia ni en el Liceo', dice Abdel. 'Mi aprendizaje ha sido a base de compartir ideas con la gente. Para mí la memoria histórica está en ellos. Pero la convivencia requiere compromiso y ganarse la confianza lleva tiempo', añade.

'Un pueblo aprisionado, mientras mantenga su cultura y su lengua es como si tuviese la llave de su prisión', dice Bidinte, un músico guineano residente en Lavapiés, que toca junto a un guitarrista flamenco. Nubenegra, discográfica especializada en músicas del mundo, ha avalado sus discos. 'La inmigración está trayendo consigo incorporaciones musicales como el cajón peruano, que utilizan muchísimo los artistas flamencos, o el djembe senegalés, para el folk, o la darbuka, para sonidos más árabes', dice Manuel Domínguez, responsable de la discográfica.

'Cuando ocurra como en Francia, donde ganan los premios literarios inmigrantes o donde la música ya tiene otros colores sutiles e involuntarios, entonces hablaremos de enriquecimiento', dice Mama Diedhiou, de la asociación de senegaleses en España. Pero hay quienes, como la cineasta Chus Gutiérrez, se empeñan en recordar que tenemos más de los otros de lo que creemos. Su última película, Poniente, que se estrena en septiembre, enfatiza este aspecto y trata de marcar los rasgos del hombre de nuestro tiempo aludiendo a un poema de León Felipe: '...tal vez el hombre de este tiempo... / es el hombre movible de la luz, / del éxodo y del viento'.

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