DON DE GENTES

Piggy, la de 'Los Teleñecos'

VOY A FIRMAR A LA FERIA del Libro. Me ha dado el punto de mezclarme con el pueblo. Espero que el pueblo no consista en mi padre, mi niño y mis suegros, a los cuales aprecio pero tengo muy vistos, a qué negarlo. Ellos vendrán para hacer bulto, para hacer como que compran, pero me gustaría que ustedes se acercaran y pudiéramos darnos las manos y mirarnos a los ojos (está saliendo baba del ordenador). Ya sé que dije que no iría a la Feria y renegué un poquillo de todo ese fraserío de los escritores cuando se ponen sentimentales y hablan del contacto con el lector, y presumí de estar mirando ...

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VOY A FIRMAR A LA FERIA del Libro. Me ha dado el punto de mezclarme con el pueblo. Espero que el pueblo no consista en mi padre, mi niño y mis suegros, a los cuales aprecio pero tengo muy vistos, a qué negarlo. Ellos vendrán para hacer bulto, para hacer como que compran, pero me gustaría que ustedes se acercaran y pudiéramos darnos las manos y mirarnos a los ojos (está saliendo baba del ordenador). Ya sé que dije que no iría a la Feria y renegué un poquillo de todo ese fraserío de los escritores cuando se ponen sentimentales y hablan del contacto con el lector, y presumí de estar mirando packs en la playa mientras otros sudaban en sus casetas, pero a mí no hay que hacerme mucho caso. Soy una de las personas más falsas que he conocido, y eso que me muevo mucho entre actores. Quizá no debiera utilizar este artículo para hacer publicidad de mi firma, pero la generosidad empieza por uno mismo. Eso sí, ofrezco un aliciente: podrán conocer de primera mano a los protagonistas de mis columnas; a mi padre, a mis suegros, a Rodríguez Rivero (por su cultural columna, etcétera)... Quiero meterlos a todos en mi caseta: ¡algo así como Los Teleñecos! Ya se sabe que los libros por sí sólos no venden, hay que montar pelín de espectáculo. Mi suegro no sabe narcocorridos, pero se defiende por Juanito Valderrama. A mi suegro le hace la mar de ilusión venir, es la primera vez que va a una Feria, sin contar la de ganado. Yo le he dicho: 'Pues esto, más o menos lo mismo'. A cada escritor se le puede sacar parecido a un animal y no voy a entrar en detalles, pero en lo que a mí concierne, según mi santo, le doy un aire a Piggy, la encantadora cerda de Los Teleñecos, coqueta y muy sentimental. Un calco.

Yo me estaba haciendo la misteriosa sin ir a la Feria, pero, claro, ver a otros escritores brillar en los periódicos, en las teles, como que ya te jode la cosa a nivel envidia. Así mismo lo pensé de camino al restaurante Nicolás, donde habíamos quedado con Eduardo Mendoza el día en que le daban un merecido homenaje. Yo no sabía qué ropa ponerme para comer con Mendoza porque es un hombre tan elegante que me turba, te lo juro. Y yo siempre me visto super-adhoc, como diría Bicoca. Me decanté por una cazadora vaquera para hacerme la espontánea. Antes de la cita, mi santo y yo pasamos por la Feria del Disco y me compré una chapa con una foto de Starsky y Hutch, mis ídolos, y después de preguntarle a mi santo si él creía que me debía de poner la chapa para comer con Mendoza y de que mi santo dijera: haz lo que quieras, que me tienes aburrido; me puse la chapa y pensé que era un toque retropop que Mendoza, hombre sin prejuicios, sabría valorar.

Mendoza se presentó a la comida con el bajo de la americana descosido, y lo que es la elegancia: en vez de estropear su aspecto, lo mejoraba, dándole un toque de encantadora negligencia. 'Aprende, le dije a mi santo, a llevar un bajo suelto'; y él contestó: 'Aprende tú de Rosa Novell (que también estaba), tan dulce y tan en su sitio'. Y los dos nos volvimos a casa más acomplejados si cabe: él deseando ser un caballero de la literatura y yo una dama de la interpretación.

Ustedes piensan que me paso la vida en los cumbres de la modernidad. No lo niego, pero también hay otra parte en mi vida de tono rural y antropológico: mis suegros están en casa. Se nota desde la plaza de Colón: si olfateas con atención puedes oler el arroz con pollo de mi suegra. A mí las suegras me entran por el estómago y ésta me tiene enganchada. Adios, sopa-pedo, que han llegado mis suegros y en la cocina se amontonan los pucherazos. Cuando nos sentamos a la mesa, de la felicidad culinaria que me entra me pongo a charlar y mi suegro me corta el rollo: 'Oveja que bala pierde bocado'. Ellos no hablan en la comida porque dicen que pierden la concentración. Sólo se nos oye masticar y pedirnos el pan. Me gustaría tenerlos siempre aquí ocupándose de la intendencia, pero de los suegros actuales no te puedes fiar: son aves migratorias. Hoy están aquí, mañana en Benidorm, y al otro, en Lo Pagán. Nosotros tenemos un mapa al lado del teléfono y señalamos dónde se los ha llevado el Inserso.

Santiago Gamboa, el escritor colombiano, que también comió con nosotros, se reía al pensar que tenemos a cientos de abuelos viajando en autobús por la piel de toro. En Colombia la cosa sería más complicada, dice Gamboa, el autobús de jubilados podría ser secuestrado por un comando de las FARC. Personalmente, le dije, si yo fuera directora de las FARC (un suponer) prohibiría a mis guerrilleros que secuestraran un autobús de abuelos españoles. Con lo que comen. Luego quieren baile. Los barros. El dominó. La ruta del colesterol. Y luego las señoras, empezando por mi suegra, que no saben estar con las manos quietas. Mi suegra le coge la camisa a un guerrillero de la FARC, y la lava, la zurce, la plancha y lo deja como un paramilitar. Mi suegra no podría ver que un guerrillero se echara al monte de cualquier manera. La mujer está en todo. Vamos, a punto estuve de decirle a Mendoza que se pasara por casa para que le cosiera el bajo, pero mi santo me frenó, dijo: pero deja a la gente vivir, no seas organizanta, ¿es que no tienes bastante conmigo?

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