Reportaje:

La 'piomanía' invade Roma

La canonización de un fraile bate marcas de expectación

Roma, que en sus casi tres mil años de historia ha visto tantas cosas, tiembla ahora ante la sola visión del calendario. Mañana, 16 de junio, bajo un sol que las previsiones meteorológicas anuncian hirviente, el Papa presidirá en San Pedro la ceremonia de canonización de Francesco Forggione (1887-1968), más conocido como padre Pío de Pietrelcina, título con el que subirá a los altares. El nuevo santo, el 457º de los proclamados por Juan Pablo II en los más de 23 años de pontificado, es conocido en Italia como 'el fraile de los estigmas', por las heridas que se le abrían en las manos sin aparen...

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Roma, que en sus casi tres mil años de historia ha visto tantas cosas, tiembla ahora ante la sola visión del calendario. Mañana, 16 de junio, bajo un sol que las previsiones meteorológicas anuncian hirviente, el Papa presidirá en San Pedro la ceremonia de canonización de Francesco Forggione (1887-1968), más conocido como padre Pío de Pietrelcina, título con el que subirá a los altares. El nuevo santo, el 457º de los proclamados por Juan Pablo II en los más de 23 años de pontificado, es conocido en Italia como 'el fraile de los estigmas', por las heridas que se le abrían en las manos sin aparente causa física, y es uno de los pocos que ascienden a los altares arropado por una verdadera legión de fieles.

La fama del padre Pío es tal que la ceremonia de canonización amenaza con escapársele de las manos al Vaticano y convertirse en un show religioso-popular digno del medievo; naturalmente, con toques actuales. En las tiendas de objetos religiosos que rodean el territorio de la Santa Sede se vende todo lo imaginable con el rostro, la imagen o el nombre de padre Pío. Se venden iconos del santo que cuestan más de mil euros, cuadernos, tarjetas postales, rosarios y una gama infinita de estatuas del fraile en todos los tamaños. Las librerías exhiben hasta una docena de biografías distintas, y hay quien se ha inventado el helado de padre Pío. El Ministerio de Comunicaciones ha hecho una edición conmemorativa de cinco millones de sellos.

Roma recibirá a los peregrinos (se calcula que rondarán los 300.000) con decenas de calles cortadas y un despliegue de seguridad digno de las grandes cumbres políticas. Un millar de policías reforzarán la vigilancia del Vaticano, algunos de ellos, ha advertido ya el prefecto de Roma, vestidos de frailes, y no precisamente para hacer bulto, sino para despistar a los carteristas. La expectación es tal que no queda una entrada de las decenas de miles distribuidas gratuitamente por los frailes capuchinos para el gran evento de la plaza de San Pedro. Las primeras en agotarse han sido las que dan acceso a los 35.000 puestos sentados. Como en las grandes ocasiones deportivas, los revendedores se han hecho con una buena parte de estos sitios privilegiados, que esperan adjudicar a 200 euros cada uno.

La Santa Sede no estuvo siempre con el padre Pío. Juan XXIII, beatificado hace dos años, desconfió siempre del capuchino. La fama de sus prodigios hizo mella, en cambio, en Juan Pablo II, que aprobó un primer milagro y le hizo beato en mayo de 1999. El camino a la santidad quedó despejado gracias al niño Matteo Pío Colella, curado por intercesión del fraile de una gravísima meningitis hace un par de años. Matteo, que ha cumplido 11 años, ha sido exhibido por platós de televisión y conferencias de prensa como prueba viviente de la santidad de Francesco Forggione y hasta ha interpretado el papel del fraile de las llagas en un musical.

Un comerciante romano saca brillo a una estatua del padre Pío de Pietrelcina.ASSOCIATED PRESS

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