Opinión | Mundial 2002 | Grupo D: la eliminación de otro favorito

Ni sombra de Figo

No hace dos años, Figo era un torbellino que reunía algunas de las características más preciadas de un gran futbolista: rápido, potente, hábil, listo, intimidador, valiente, competitivo. Más o menos, en aquella Eurocopa quedó claro que merecía competir con Zidane como mejor jugador del mundo. Sobre él podía construirse un equipo, tal era su calidad. No había posibilidad de discutirle, sólo admirarle como a un purasangre del fútbol.

De aquel Figo no queda ni sombra. Parece saturado, un doliente que no logra superar sus actuales limitaciones, como si en cada partido tuviera que ac...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

No hace dos años, Figo era un torbellino que reunía algunas de las características más preciadas de un gran futbolista: rápido, potente, hábil, listo, intimidador, valiente, competitivo. Más o menos, en aquella Eurocopa quedó claro que merecía competir con Zidane como mejor jugador del mundo. Sobre él podía construirse un equipo, tal era su calidad. No había posibilidad de discutirle, sólo admirarle como a un purasangre del fútbol.

De aquel Figo no queda ni sombra. Parece saturado, un doliente que no logra superar sus actuales limitaciones, como si en cada partido tuviera que aceptar la distancia entre lo que es y lo que fue. Había dado síntomas durante la temporada. Ya antes de su lesión, frente al Oporto, eran preocupantes. Todo le costaba infinitamente más, sobre todo en su posición de extremo, donde no hay manera de esconderse. O te vas o no te vas. Y Figo comenzó a no marcharse nunca de los laterales, de los buenos y de los malos. Así, de repente, como si le hubieran puesto plomo.

El esguince acentuó sus problemas, pero ayudó a dar una explicación. No tanto, en cualquier caso, como para evitarle el trago de la sustitución en la final de la Copa de Europa. No se le podía prorrogar el crédito hasta poner en dificultades al equipo.

Le quedaba la bala del Mundial con la selección portuguesa, en un entorno feliz y ante un desafío que le obligaba a sacar su raza de gran jugador. Porque hablamos del Balón de Oro y del mejor futbolista en los dos últimos años. Sin embargo, sus tres partidos no han arrojado ninguna esperanza. Todo lo contrario. Han evidenciado lo que anunciaba Figo en los últimos meses. Sale de la Copa del Mundo sin un regate, sin un desborde, abandonando la banda porque su frustración era insoportable. Su crisis es del tal magnitud que obliga a preguntarse por la posibilidad de la decadencia, porque su juego depende casi exclusivamente de factores físicos. Todo lo que antes hacía tan maravillosamente estaba sostenido por una pujanza física que ahora le ha abandonado. ¿Definitivamente? A eso tendrá que responder la próxima temporada.

Archivado En