CARTAS AL DIRECTOR

La huelga general

Quiero manifestar tres felicitaciones y una sugerencia.

Mi primera felicitación es para los sindicatos convocantes de la huelga general del 20 de junio, que, a última hora, han incluido entre sus reivindicaciones la recuperación de poder adquisitivo de los funcionarios. Yo, que soy funcionario, pensaba participar de todas formas, pues me parecía suficiente motivo la modificación de las condiciones de protección del desempleo de quienes tienen que soportar las tropelías de eso que se llama 'mercado (liberal) del trabajo'. No me hacían falta otras propinas.

Mi segunda felicitación ...

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Quiero manifestar tres felicitaciones y una sugerencia.

Mi primera felicitación es para los sindicatos convocantes de la huelga general del 20 de junio, que, a última hora, han incluido entre sus reivindicaciones la recuperación de poder adquisitivo de los funcionarios. Yo, que soy funcionario, pensaba participar de todas formas, pues me parecía suficiente motivo la modificación de las condiciones de protección del desempleo de quienes tienen que soportar las tropelías de eso que se llama 'mercado (liberal) del trabajo'. No me hacían falta otras propinas.

Mi segunda felicitación es para los sindicatos nacionalistas ELA-STV y LAB, que, al convocar la huelga para el día anterior, nos hacen ver las diferencias entre los verdaderos trabajadores, los vascos, y los (del resto) de España. Seguramente el nacionalismo radical es un valor ético muy superior y mucho más moderno que el internacionalismo de la clase trabajadora, un valor de izquierdas a todas luces anticuado. Se ve que ahora sólo es internacionalista el capital globalizador que nos envuelve.

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Pero mi tercera felicitación, la más profunda y sincera, ya sin reticencias ni ironías, es para el Gobierno, por haber decidido convertir su reforma en un decreto. Reconozco haber llegado a dudar un momento de mi participación en la huelga del día 20, ante algunas reivindicaciones añadidas a última hora, que me parecían un poco miedicas o faltas de confianza en la propia fuerza. Pero, afortunadamente, el Gobierno del señor Aznar me ha resuelto el problema. El gesto desafiante de este nuevo decretazo sitúa la prepotencia aznarista en cotas tan altas que me obliga a participar. Y junto a mi última felicitación, una sugerencia. Ruego encarecidamente al señor Aznar que no deje de insultar a los parados llamándoles defraudadores y holgazanes. Y que no se le ocurra mencionar ni de pasada la posible existencia de algún empresario que alguna vez defrauda la leyes laborales, jugando con las reglas de la 'flexibilidad', por ejemplo, despidiendo periódicamente a un trabajador y contratando 'temporalmente' a otro en su lugar, y así de forma 'indefinida'. De esta manera seremos muchos más el día 20.

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