Entre Diego Velázquez, Paco de Lucía y Luis Miguel Dominguín

La voz ronca de José Antonio Camacho truena: '¡Llevo trabajando seis meses, la madre que me parió, y me han marcado un gol!'. El técnico da rienda suelta a su expresividad en la sala de proyecciones, un minicine destinado a las charlas tácticas en el hotel que Hyundai ha construido especialmente para la selección española.

Camacho insiste en que, más allá de los cientos de partidos examinados, más allá de la tecnología, de los gráficos animados en gran pantalla, de los montajes digitales y del DVD, en el fútbol deciden los imponderables.

Ajeno a estas efusiones, el primer...

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La voz ronca de José Antonio Camacho truena: '¡Llevo trabajando seis meses, la madre que me parió, y me han marcado un gol!'. El técnico da rienda suelta a su expresividad en la sala de proyecciones, un minicine destinado a las charlas tácticas en el hotel que Hyundai ha construido especialmente para la selección española.

Camacho insiste en que, más allá de los cientos de partidos examinados, más allá de la tecnología, de los gráficos animados en gran pantalla, de los montajes digitales y del DVD, en el fútbol deciden los imponderables.

Ajeno a estas efusiones, el primer cocinero de la expedición, Javier Arbizu, inspecciona el aperitivo, dispuesto en cuatro mesas. Suaves croquetas de patata, anchoas con queso sobre endivias, gambas rebozadas y hervidas con aceite de oliva. 'En Ulsan la materia prima es excelente', explica; 'los mariscos y el pescado no son de agua fría ni de rompiente rocosa como en España, pero sí de gran calidad. Hay todo tipo de verduras y hasta la carne de ternera está muy bien'.

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Fantasía flamenca, de Paco de Lucía, suena en la radio del comedor. Junto a la mesa, los organizadores surcoreanos han instalado una cabeza de toro de plástico en una pared. Un cartel de una corrida en la plaza Monumental de México completa el decorado: 'Luis Miguel Dominguín, Julio Aparicio y José Mateo, Miguelín'. Entre las dos ventanas que dan al campo de entrenamiento cuelga una réplica de Los Borrachos, de Diego Velázquez.

Senén Cortegoso, veterano fisioterapeuta del Tenerife y de la selección habla de las maravillosas 'paellitas de verdura' que se comen gracias al chef del Parador Nacional de El Saler, Paco Molina, alojado en el hotel.

El albergue de la selección es un remanso pacífico y aislado contra la falda de un monte. Parece un edificio de oficinas, gris metálico y luminoso. Los bambúes se mecen junto a los muros acristalados. Una recepción parte al complejo por la mitad en el tubo de una escalera.

En el bajo, en el pabellón norte, se ubican las oficinas de los técnicos, el jefe de prensa, los responsables de seguridad y la agencia de viajes. En el mismo nivel se localiza la cocina, el comedor y la sala de proyecciones. El tercer piso es el de las habitaciones individuales de los 23 jugadores, seis técnicos, cuatro fisioterapeutas, directivos, guardas, cocineros, utilleros y un enlace del comité organizador. Unas 50 personas.

En el primer piso se encuentra una sala de masajes y otra de estiramientos, un gimnasio de pesas y dos máquinas para practicar aerobic frente a una pantalla de vídeojuegos. En el subsuelo, las duchas y los baños: el yacuzi y tres saunas a tres temperaturas diferentes.

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