Reportaje:

Burros entre algodones

Una asociación crea un refugio para rescatar asnos viejos, abandonados o maltratados

Hace más de 30 años, a Elizabeth Svendsen le llovió una herencia muy singular: 250 burros. Si no asumía su cuidado, serían sacrificados. La mujer decidió vender algunas propiedades y compró una granja para cumplir el deseo póstumo de una amiga. No sabía que ponía los cimientos de una de las mayores organizaciones internacionales en defensa del burro, The Donkey Sanctuary (El santuario del burro). Desde entonces, la organización, con sede en Inglaterra, ha rescatado más de 8.000 animales y extendido su labor a India, Kenia y Etiopía. En España, acaba de iniciar su andadura con un refugio ubicad...

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Hace más de 30 años, a Elizabeth Svendsen le llovió una herencia muy singular: 250 burros. Si no asumía su cuidado, serían sacrificados. La mujer decidió vender algunas propiedades y compró una granja para cumplir el deseo póstumo de una amiga. No sabía que ponía los cimientos de una de las mayores organizaciones internacionales en defensa del burro, The Donkey Sanctuary (El santuario del burro). Desde entonces, la organización, con sede en Inglaterra, ha rescatado más de 8.000 animales y extendido su labor a India, Kenia y Etiopía. En España, acaba de iniciar su andadura con un refugio ubicado en Málaga.

Entre alpacas de heno, Lucky y Catalina disfrutan de una vejez tranquila. Son los primeros -y de momento los únicos- animales rescatados en España. Catalina trabajó muchos años en una finca del pueblo malagueño de Almáchar y fue recogida por la organización hace dos meses. Lucky fue la que inauguró las instalaciones en diciembre, pero de ella sólo se sabe que apareció en Mijas con la cabeza destrozada por mordeduras de perros. En el refugio están ahora entre algodones. De no haber recalado aquí sus únicos salvadores hasta ahora podrían haber sido los responsables de la Asociación para la Defensa del Borrico (Adebo) de Rute (Córdoba), que funciona desde 1989.

El delegado en España de The Donkey Sanctuary, José María Rodríguez, se encarga de que Lucky y Catalina estén a gusto. Un burro vive unos 38 años, aunque algunos en El Santuario han llegado a 52. 'Depende de la vida que hayan llevado, como las personas', apostilla Rodríguez.

El objetivo de la organización es rescatar animales que ya no sirven para trabajar o que han sido abandonados y velar porque los demás no sean maltratados. 'No tratamos de impedir que trabajen, sino que los que lo hacen, estén bien', explica Rodríguez. El santuario del burro (www.thedonkeysanctuary.org.uk) funciona con donativos. En la actualidad tiene 3.800 ejemplares en su granja de Inglaterra y 1.600 dados en acogimiento. Esta figura sólo se utiliza en casos en que el animal está en buenas condiciones y sujeto a controles trimestrales. Pero el burro que se cede nunca debe volver a trabajar. De momento, Catalina y Lucky no serán entregadas en acogimiento y podrán seguir disfrutando de los pastos cercanos al aeropuerto malagueño, donde se sitúa el refugio. Sus responsables se plantean empezar a trabajar en breve con escuelas y más a largo plazo desarrollar equinoterapia con autistas y minusválidos psíquicos.

Mientras Rodríguez desgrana proyectos, Lucky saborea el pienso. Tiene el pelaje marrón y cara triste. Tal vez por la presencia de extraños, va detrás del cubo sin levantar las orejas. Hasta que su cuidador, a fuerza de chasquearle los dedos, logra que adquiera una estampa más fotogénica. Por fin, y como para agradecerle el banquete, pone las orejas tiesas.

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