Columna

Un par de polvos

Defensa ha dinamitado las relaciones sentimentales entre militares de distinta graduación. Si un comandante y su subordinado o subordinada se magrean o se susurran números, 'ya sean cónyuges o mantengan análogas relaciones de afectividad', el mando aplicará el cese forzoso a uno de ambos, casi con toda seguridad escalafón en mano. De aquí a la eternidad, ¿oído? El amor, el sexo y las fantasías eróticas, entre superiores e inferiores en rango, han sido confinados a extramuros de la milicia: a la intemperie, al coche, al motel o a la alcoba. El subsecretario del ramo lo ha dejado muy claro: esta...

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Defensa ha dinamitado las relaciones sentimentales entre militares de distinta graduación. Si un comandante y su subordinado o subordinada se magrean o se susurran números, 'ya sean cónyuges o mantengan análogas relaciones de afectividad', el mando aplicará el cese forzoso a uno de ambos, casi con toda seguridad escalafón en mano. De aquí a la eternidad, ¿oído? El amor, el sexo y las fantasías eróticas, entre superiores e inferiores en rango, han sido confinados a extramuros de la milicia: a la intemperie, al coche, al motel o a la alcoba. El subsecretario del ramo lo ha dejado muy claro: estas cosas perturban la disciplina. Y ha agregado que el Ministerio de Defensa necesitaba 'un instrumento disuasorio', 'una herramienta para los casos más enconados'. ¿Cómo?, ¿enconados o encoñados? La responsabilidad del reglamento publicado en el BOE, o así parece, se corresponde con el alistamiento masivo de mujeres en las Fuerzas Armadas. El ejército ya no es lo que era. Está como si los hippies de mediados los sesenta hubieran ocupado los cuarteles de conciencia cósmica y de líbido liberada, de flores silvestres y happenings, de tipos raros que nunca han entendido eso de pintarle rayas al planeta, a tiro limpio.

Pero las noticias son precisas: 'Una marinera fue desembarcada de un buque que se marchaba de maniobras al trascender sus relaciones con un superior'. Él se fue en un barco y ella se dio al aguardiente. Pues verá usted, mi coronel, si, por lo menos, antes se hubieran echado un buen par de polvos. El coronel fulmina a su ayudante de una mirada, pero el ayudante ni se sonroja. Él también ignoraba, hasta después de leerlo en una revista, que echar un polvo no era si no el 'placer de aspirar rapé o polvo sevillano'. Pero la semántica va a su aire y por lo lascivo. Si la decrépita madama que es la OTAN se instala en Bétera, ¿los militares portugueses y griegos podrán relacionarse afectivamente, amarse o echarse un par de polvos? Y encima más inmigrantes, más extranjeros y, de acuerdo con la siniestra tesis presidencial, más delincuencia.

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