Tribuna:

La llama de la libertad

Juan era un militante socialista y ugetista, pero además era mi amigo. Teníamos amistad más allá de la diferencia en edad que nos separaba a los dos, que era mucha. Juan era una persona muy afable, pero a su vez, muy firme. Incluso era gruñón cuando defendía sus planteamientos. Tenía hipersensibilidad ante los comportamientos totalitarios. Sobre todo era muy humano, amigo de sus amigos. La última vez que lo vi estaba muy golpeado por la enfermedad, casi ciego; le abracé y le dije: Juan, soy Cándido. Me reconoció, y su emotividad inundó aquel momento.

Era un hombre muy activo, siempre di...

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Juan era un militante socialista y ugetista, pero además era mi amigo. Teníamos amistad más allá de la diferencia en edad que nos separaba a los dos, que era mucha. Juan era una persona muy afable, pero a su vez, muy firme. Incluso era gruñón cuando defendía sus planteamientos. Tenía hipersensibilidad ante los comportamientos totalitarios. Sobre todo era muy humano, amigo de sus amigos. La última vez que lo vi estaba muy golpeado por la enfermedad, casi ciego; le abracé y le dije: Juan, soy Cándido. Me reconoció, y su emotividad inundó aquel momento.

Era un hombre muy activo, siempre dispuesto a hacer lo que fuese necesario y era también un hombre muy sereno. Recuerdo que con él fui a finales del 78, en diciembre, hasta Manzanares, cuando murió en accidente de Talgo el histórico militante socialista Alfonso Fernández Torres. Fue una situación dramática e imborrable para mí. Fuimos los dos al depósito del cementerio donde estaban expuestos los cadáveres como muñecos rotos, entre ellos algunos niños; aquello era un lugar espeluznante. Dimos nuestro último testimonio y él demostró una vez más, como siempre, su afecto y su serenidad.

Compartí con él buenos y malos momentos y aprendí mucho de personas como Juan. Mi formación sindical y política tiene mucho que ver con conversaciones que he mantenido con los veteranos como Juan Zarrías.

Juan, su hermano José Luis, mi padre y tantos otros formaron parte de una generación que combatió por la República, por la democracia y sufrió las consecuencias y el rigor del franquismo. Fueron deportados, a él se lo llevaron a Galicia y a mi padre a Formentera. Los llevaron pegando tumbos por las cárceles franquistas y reconstruyeron su vida con muchas dificultades bajo la mirada inquisitorial y vigilante de la dictadura.

Su generación fue la de aquellos españoles que preservaron la llama de la libertad y se erigieron en el germen de la recuperación del PSOE y la UGT para la democracia. Por sus características personales eran gente que, aunque no podían olvidar, practicaron la concordia y el perdón, siendo los verdaderos artífices de la reconciliación democrática que hizo de la transición española un modelo ejemplar que se usa como referencia en otras zonas del mundo.

Cándido Méndez es secretario general de UGT.

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