Columna

Barça: la vuelta al mundo en 40 días

Tal que fuera el juego de la oca, el Barcelona va de escarnio en escarnio, del Vilatenim de Figueres al Apostolos Nikolaidis de Atenas pasando por el Camp Nou, convertido en albergue de equipos necesitados como el Las Palmas, hasta no se sabe dónde, pues el calendario da para tanto que el equipo azulgrana todavía tira porque le toca, y como proclaman la junta y el entrenador, la final de Glasgow está a tres casillas no más. La institución se ha acostumbrado tanto a la demora, a temer que las cosas puedan ir incluso peor, que se excusa diciendo que aún hay tiempo para todo, y más si para poder ...

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Tal que fuera el juego de la oca, el Barcelona va de escarnio en escarnio, del Vilatenim de Figueres al Apostolos Nikolaidis de Atenas pasando por el Camp Nou, convertido en albergue de equipos necesitados como el Las Palmas, hasta no se sabe dónde, pues el calendario da para tanto que el equipo azulgrana todavía tira porque le toca, y como proclaman la junta y el entrenador, la final de Glasgow está a tres casillas no más. La institución se ha acostumbrado tanto a la demora, a temer que las cosas puedan ir incluso peor, que se excusa diciendo que aún hay tiempo para todo, y más si para poder cantar la segunda Copa de Europa se toma como referente la séptima del Madrid. Cada partido del Barça es una tortura, sin atender al rival ni a la competición, como se comprobó ante el Panathinaikos, en una confrontación descontextualizada por fea y rebajada, alejada de la fanfarria de la Liga de Campeones, sólo justificada como prólogo de un partido de vuelta que en último extremo igual es la introducción de las semifinales.

Una vez puestos a jugar, en cualquier caso, que nadie apueste un chavo contra Rexach. A Charly nadie le quiere ningún mal, ni fuera ni mucho menos en casa, porque forma parte de la familia, aunque no se sabe muy bien si ha pasado a ser el tío, el cuñado o el brujo de la tribu, de tan irreconocible como está. A Gaspart le costaría destituirlo no sólo porque no le puede recriminar nada como entrenador sino que avaló previamente su actuación como director técnico. Sacarle del banquillo supondría cesarse a sí mismo. Rexach le hizo un favor a Gaspart que el barcelonismo está pagando caro porque es esclavo de unas elecciones en las que se decidió quien no convenía que mandara y no quien debía llevar el club.

Tanto Gaspart como Rexach tuvieron sentido como vicepresidente y segundo entrenador, en tanto que complemento o compensación de Núñez y de Cruyff, no más. Por sí solos, en cambio, resultan dos personajes difíciles de descifrar una vez que han traicionado el currículo que les llevó a ser la otra cara del presidente y del entrenador anteriores. Gaspart no funciona como bueno y Rexach ha llegado tan lejos que ya no se sabe si ejerce de malo o de feo. Acostumbrado a la supervivencia, Charly va dejando amigos con tal de estar bien con la directiva. A día de hoy, no sólo ha tirado a la papelera la carpeta de Van Gaal y ha olvidado cuanto le explicó Cruyff, sino que ha puesto de manifiesto un sorprendente mal gusto por el fútbol. Más que amante del juego de ataque del Manchester o del Madrid o esclavo del Dream Team, a juzgar por su proceder se le supone emparentado con el Galatasaray o el Panathinaikos.

Rexach se ablandó a la que se enfrentó a los grandes y se ha dejado llevar por la corriente barcelonista, que a cada derrota demanda una cabeza. A más recursos, menos juego y mayores críticas. Charly ha perdido comprensión entre la hinchada y hoy ya le discuten hasta algunos jugadores. Rexach viene actuando esta temporada con la misma flema que cuando tomó al equipo a finales de la pasada. El Barça no sólo ha perdido un año sino que ha quedado expuesto a derrotas sonrojantes como la de Atenas. Charly ha perdido la ocasión de preservar sino recuperar la cultura futbolística azulgrana, al tiempo que se ha revelado como un técnico desfasado.

Llegados al punto en que no se distingue entre una victoria en Anfield y una derrota en Atenas, o cuanto menos forman parte de un mismo paquete, ya no vale la pena discutir sino preguntarse cómo puede ser que cuanto más culés son los que mandan peor gestionado está el Barça. No sabe el club qué le conviene, ni en el palco ni el banquillo, así que no le queda otra alternativa que montarse en el globo y darse la vuelta al mundo en 40 días, justos los que quedan de hoy a Glasgow.

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