Tribuna:

Los frentes del Mal

Un amigo mío que daba clases sobre política internacional me decía: 'Cuando explico un conflicto y los alumnos me dicen que lo han entendido perfectamente, siempre pienso que lo he explicado mal'. El mundo de la política, interior y exterior, es por naturaleza complicado y problemático. Sólo creemos entender perfectamente aquellos conflictos de los que somos parte o aquellos conflictos de los que sabemos suficientemente poco para que nos parezcan simples. Si tenemos más información, si escuchamos las razones de las partes, todos nos parecerán complejos. Porque normalmente no hay una parte que ...

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Un amigo mío que daba clases sobre política internacional me decía: 'Cuando explico un conflicto y los alumnos me dicen que lo han entendido perfectamente, siempre pienso que lo he explicado mal'. El mundo de la política, interior y exterior, es por naturaleza complicado y problemático. Sólo creemos entender perfectamente aquellos conflictos de los que somos parte o aquellos conflictos de los que sabemos suficientemente poco para que nos parezcan simples. Si tenemos más información, si escuchamos las razones de las partes, todos nos parecerán complejos. Porque normalmente no hay una parte que tenga la razón, sino que hay muchas partes que tienen razones. Los esquemas simples y las soluciones perfectas de manual no suelen funcionar.

Simplificar entre el bien y el mal es una tendencia extendida, pero en política sirve de poco

Pero siempre existe gente que desearía un mundo simple. Un mundo perfectamente comprensible a la primera, que pudiera caber en el espacio de un eslogan o de un manifiesto. Suele haber un método: pensar que el mundo sería perfecto y armónico si no existiera un frente del Mal que lo convierte en complicado, que actúa contra el triunfo del Bien. Para los que militan en estas visiones del mundo, existe una Razón obvia y evidente, contra la que se confabulan intereses conspirativos que luchan contra lo obvio, simplemente porque son intrínsecamente perversos. Ciertamente, ésta es la visión del mundo que vehicula el discurso de Bush, que de hecho debe tener el copyright sobre la expresión 'frente del Mal'. Tiene los derechos de autor, pero no la exclusiva. Si leemos atentamente los periódicos de cada día nos daremos cuenta de que esta concepción está más generalizada de lo que parece y que topamos con ella en muchísimos discursos políticos, de signo muy diverso.

La doctrina del frente del Mal es, en general, aquella que dibuja un paraíso asequible, próximo, del que sólo nos separa de hecho la labor de zapa perversa de algún doctor No, de alguna Trilateral, más o menos oculta, más o menos visible. La matriz ideológica de la teoría del frente del Mal está en los Protoclos de los Sabios de Sión, un documento redactado por la policía zarista para atribuir todos los males del mundo a una conspiración judía -¿les suena de algo, lo de la conspiración judeo-masónica?-, de una maldad similar a la de los malos de las películas de James Bond. Pues bien, en un repaso a los últimos periódicos me encuentro con unos cuantos frentes del Mal que cuadran perfectamente con esta matriz: conspiración de unos pocos, egoístas y malvados, contra un mundo sencillo y feliz. Evidentemente, los discursos de Bush. Pero en otras páginas de los periódicos salen otros frentes del Mal: el capitalismo neoliberal, naturalmente (encarnado en cumbres diversas, en el Banco Mundial o en el Foro de Davos); el lobby sionista; el Islam y su proyecto secreto de reconquista de España; el patrón mundial de consumo; el imperialismo yanqui... Incluso los campos de golf pueden aparecer como una encarnación del frente del Mal: no hay de hecho problema de agua, simplemente hay unos campos de golf que actúan como frente del Mal y crean un problema donde todo sería idílico y perfecto sin su presencia perversa.

Para mí, lo peor de las teorías conspirativas de la vida es que exigen un reparto claro entre los buenos que tienen toda la razón y los malos a los que sólo mueve su perversidad congénita. Los conflictos, todos los conflictos, no serían un contraste entre razones e intereses que son por naturaleza contrapuestos, sino un enfrentamiento entre la razón y la no-razón. La labor del político no sería arbitrar entre intereses legítimos, pero contrapuestos, en nombre del bien común, sino participar desde el poder en la cruzada del Bien contra el Mal.

Contra la idea de los frentes del Mal, recuerdo un viejo cuento hasídico. Resulta que dos judíos de Polonia tenían un viejo litigio, quién sabe por qué. Deciden los dos llevar su conflicto aun rabino sabio y prudente. El primero de los judíos expone su punto de vista y el rabino le responde: 'Tienes razón'. El segundo judío cuenta su propia versión de los hechos, absolutamente contraria, y el rabino le responde: 'Tienes razón'. Un tercer judío, que ha seguido el proceso, se acerca al rabino y le dice: 'Rabino, las dos personas que han hablado han dicho cosas absolutamente contradictorias. No es posible que uno tenga razón y el otro también'. El rabino se queda un rato pensando y al final le responde: 'Tu también tienes razón'.

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Yo creo que el rabino, naturalmente, tenía razón. Pero no habría servido para político: gobernar no es ir dando la razón, sino arbitrar entre razones distintas y encontrar puntos de equilibrio razonables. Pero, simplemente, darse cuenta de que dos personas que dicen lo contrario pueden tener ambas la razón, ya es un gran paso.un rabino sabio y prudente. El primero de los judíos expone su punto de vista y el rabino le responde: 'Tienes razón'. El segundo judío cuenta su propia versión de los hechos, absolutamente contraria, y el rabino le responde: 'Tienes razón'. Un tercer judío, que ha seguido el proceso, se acerca al rabino y le dice: 'Rabino, las dos personas que han hablado han dicho cosas absolutamente contradictorias. No es posible que uno tenga razón y el otro también'. El rabino se queda un rato pensando y al final le responde: 'Tu también tienes razón'.

Yo creo que el rabino, naturalmente, tenía razón. Pero no habría servido para político: gobernar no es ir dando la razón, sino arbitrar entre razones distintas y encontrar puntos de equilibrio razonables. Pero, simplemente, darse cuenta de que dos personas que dicen lo contrario pueden tener ambas la razón, ya es un gran paso.

Vicenç Villatoro es escritor y diputado de CiU.

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