Un vergel en medio de la nada
La penúltima gran esperanza del rock juvenil actuó anteanoche con gran éxito en Madrid. No están nada mal la energía y la convicción con las que este trío de San Francisco aborda un repertorio, algo corto -sólo tienen un disco en el mercado-, sobre el escenario. Grupos de finales de los ochenta y principios de los noventa son sus referencias más directas, aunque es difícil disimular que en la base de sus estructuras hay un fuerte cemento fraguado a partir del sonido del más primario Iggy Pop y los Stooges.
Más británicos que norteamericanos en su sonido, las voces de Hayes y Turner son ...
La penúltima gran esperanza del rock juvenil actuó anteanoche con gran éxito en Madrid. No están nada mal la energía y la convicción con las que este trío de San Francisco aborda un repertorio, algo corto -sólo tienen un disco en el mercado-, sobre el escenario. Grupos de finales de los ochenta y principios de los noventa son sus referencias más directas, aunque es difícil disimular que en la base de sus estructuras hay un fuerte cemento fraguado a partir del sonido del más primario Iggy Pop y los Stooges.
Más británicos que norteamericanos en su sonido, las voces de Hayes y Turner son deudoras de la particular sonoridad de los mejores del brit pop y, en cuanto a su puesta en escena, puede decirse que en la elección entre espectacularidad frívola o sobriedad efectiva, apuestan por lo segundo, dejando que la correcta factura de sus canciones -Love burns, Red eyes and tears, Whatever happened to my rock and roll o As sure as the sun- se imponga en unos conciertos que rebosan intensidad, fuerza y rito rock. BRMC no parecen un grupo que vaya a hacer época, sino más bien destinados a ser transición, materia para llenar el momento de vacío y confusión que vive la música pop.