Concluida la obra del claustro del Carmen Calzado de Córdoba

La restauración del claustro del Convento del Carmen Calzado, un edificio que comenzó a construirse en el siglo XVI y que, tras muchos avatares, acoge hoy la sede de la facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba, se dio por terminada ayer. A juicio de Carmen Calvo, consejera de Cultura, esta valiosa pieza del patrimonio histórico artístico andaluz debe incorporarse a los circuitos de turismo cultural y su uso diario es su mejor garantía de conservación.

Aunque el claustro no estaba afectado por problemas estructurales, según explicó el arquitecto responsable del proyecto, Clemente...

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La restauración del claustro del Convento del Carmen Calzado, un edificio que comenzó a construirse en el siglo XVI y que, tras muchos avatares, acoge hoy la sede de la facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba, se dio por terminada ayer. A juicio de Carmen Calvo, consejera de Cultura, esta valiosa pieza del patrimonio histórico artístico andaluz debe incorporarse a los circuitos de turismo cultural y su uso diario es su mejor garantía de conservación.

Aunque el claustro no estaba afectado por problemas estructurales, según explicó el arquitecto responsable del proyecto, Clemente Lara, sí necesitaba una intervención integral que incluyese la rehabilitación de los artesonados, la sustitución de las solerías, la renovación de los revestimientos y la recuperación de la fuente central. 'Más que un lavado de cara', resumió Lara, 'ha sido una operación de cirugía estética'.

Los trabajos duraron cuatro meses y contaron con un presupuesto de 249.000 euros (cerca de 41,5 millones de pesetas), del que se hicieron cargo la propia Universidad, la Consejería de Cultura, la Diputación Provincial y CajaSur.

Este luminoso claustro renacentista, de planta cuadrada, rodeado de galerías con dos hileras de arcos de medio punto y adornado por una fuente de mármol rojo y piedra caliza, no fue sólo el escenario de los pacíficos paseos de los carmelitas. A principios del XIX el convento hubo de convertirse en lazareto y hospital para enfermos de fiebre amarilla; sufrió el expolio de los ejércitos franceses mandados por el general Dupont, durante la Guerra de la Independencia, y sirvió sucesivamente como cuartel de caballería, como sanatorio para tuberculosos y como casa cuna. Por el camino perdió el archivo, la biblioteca, los artesonados y las sillerías del coro, la plata y los retablos, uno de los cuales era obra de Juan Valdés Leal.

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