Columna

Coronación y cierre

Entre el fragor mediático, la escenografía y los fingimientos, no se sabe si el PP celebra un congreso o la coronación de su líder. Por si acaso, y no teniéndolo muy claro, el propio presidente del evento, que lo es también de nuestra Comunidad, llevó a Madrid presentes para Aznar: productos típicos de estas tierras; clementinas y una bandeja con la cabeza de Julio de España separada de un tajo de la Diputación Provincial alicantina.

Cónclave o coronación, bajo la estricta disciplina del jefe, José María Aznar, ha escrito un guión, para él solo, adulado por una corte de sombras chinesca...

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Entre el fragor mediático, la escenografía y los fingimientos, no se sabe si el PP celebra un congreso o la coronación de su líder. Por si acaso, y no teniéndolo muy claro, el propio presidente del evento, que lo es también de nuestra Comunidad, llevó a Madrid presentes para Aznar: productos típicos de estas tierras; clementinas y una bandeja con la cabeza de Julio de España separada de un tajo de la Diputación Provincial alicantina.

Cónclave o coronación, bajo la estricta disciplina del jefe, José María Aznar, ha escrito un guión, para él solo, adulado por una corte de sombras chinescas y otras fantasmagorías. Hay, eso sí, simulacros de debates y golpes de pecho; y efectos trucados, que se multiplican en la galería de los espejos; y miles de invitados al fastuoso espectáculo, donde la substancia no reside en las ponencias, sino en los canapés y la carta de vinos. Álvarez Cascos con su polémica sobre la limitación de mandatos, zurró a Zaplana: le llamó imprudente y le avivó el seso recordándole cómo se opuso, hace años, a las incompatibilidades de los cargos públicos. Zaplana, con su simpatía abrumadora de vendedor inmobiliario, se limitó a sortear la embestida, hasta que Ángel Acebes le sacó el canguelo de encima, cuando hizo que Cascos retirara las enmiendas. No obstante, Álvarez Cascos sigue siendo el verdadero rostro del PP. Y no engaña. Así que el viaje al centro reformista, no ha pasado de voltereta: el PP continúa en el solar que siempre ha ocupado la reacción conservadora, por más que se aplique en edificar una organización populista, con escombros de regímenes autoritarios y cimientos franquistas. Una organización, donde la ideología es empresa; la empresa, amiguismo; el amiguismo, privatización; la privatización, beneficios; y los beneficios, ideología. Olla corrompida, en fin, con la que incitan también a la izquierda, a participar en una comunión gregaria, en un totum revolotum, 'porque ya no hay derecha ni izquierda', según pontifican los muy zotes.

Aznar llegó a la ceremonia de su exaltación, con todos los poderes, el judicial ya decididamente sometido -el pactismo es el opio de la oposición mayoritaria-, con un elevado índice de popularidad y la presidencia de Europa. Es decir, en una extremada situación de riesgo. Porque, con esa fraudulenta acumulación, viola los principios democráticos; y hasta puede que ose tentar, con las martingalas de la involución pendiente, a las democracias más formales de la UE. En definitiva, se están escenificando, en clave circense, los delirios de un exhibicionista. Con respecto a las ponencias, sin novedad ni sobresaltos: llevan el visto bueno, en su origen. Pero la más esplendorosa y sugerente, la del patriotismo constitucional, saldrá más bien patriotera que lo otro. El PP que abominó de la Carta Magna cavaría su tumba y lo sabe: se terminaría con la especulación en bien del interés general, y no de quienes se lo han apropiado, sin demasiados escrúpulos. Con Francisco Camps en ascenso, al cierre, no se pierdan la llegada de Eduardo Zaplana y Rita Barberá, tras el número bomba de la aclamación. Llegarán luciendo sus primorosos uniformes de presuntos patriotas constitucionales. Sean generosos y déjenlos que disfruten, en unas vísperas anticipadas de las carnestolendas.

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