Crítica:DANZA

Antonio Márquez conquista París

Tras cosechar buenas críticas con las danzas de la ópera Carmen en la temporada pasada en Garnier, ahora viene el bailarín sevillano con su compañía al desangenlado anfiteatro de La Bastilla, consiguiendo meterse al público que lo abarrotaba en un bolsillo con su tono caluroso y casi excesivo en la expresión.

A pesar de un deficiente programa de mano, los espectadores saben vibrar con el virtuosismo y con los bailes más raciales. Márquez presenta la coreografía de Granero como demostración de la buena forma y el talento de los jóvenes de su plantilla; después se marca su propia v...

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Tras cosechar buenas críticas con las danzas de la ópera Carmen en la temporada pasada en Garnier, ahora viene el bailarín sevillano con su compañía al desangenlado anfiteatro de La Bastilla, consiguiendo meterse al público que lo abarrotaba en un bolsillo con su tono caluroso y casi excesivo en la expresión.

A pesar de un deficiente programa de mano, los espectadores saben vibrar con el virtuosismo y con los bailes más raciales. Márquez presenta la coreografía de Granero como demostración de la buena forma y el talento de los jóvenes de su plantilla; después se marca su propia versión del Zapateado de Sarasate, discutible en lo estilístico, pero con garra y entrega. Las grabaciones empleadas, tanto la de Diego (donde hay evidentes ecos y hasta frases de la partitura de Bodas de sangre) como la orquestal de Sarasate, poco ayudan a la danza española de tradición. Este solo de zapateado es otra cosa si se hace con violín y piano, su formato de cámara idóneo. La acústica mortecina a veces y excesivamente reverberante otras del anfiteatro no ayudó a redondear la actuación del artista, que se afanó en la entrega y en los guiños de seducción que a veces son acertados y en otras suenan a postal turística. Justo decir que conecta con el público y se despoja de cualquier jondura en busca del efecto.

Antonio Márquez

Reencuentros: Emilio de Diego / José Granero; Zapateado: Pablo Sarasate / A. Márquez; Movimiento flamenco: Diego Franco / Javier Latorre y A. Márquez. Vestuarios: J. Granero, José Luis González y Pedro Moreno; luces: José Osuna. Anfiteatro de la Ópera de La Bastilla, París. 20 de enero.

Más información

En Movimiento flamenco hay una cuidada elaboración en grupo de las danzas, los trajes de Moreno son lujosos y lucen una hechura artesana admirable, así como las luces de fuerte paleta de Osuna, muy acertadas para los contrastes. Márquez aparece primero de negro con sombrero y por fin de blanco criollo, como Joaquín Cortés en Soul. Es como si ningún bailarín español de mérito se pudiera sustraer al influjo de la fusión latina, y es así que usa, con acierto, percusión cubana junto a la caja de toque. La cantaora Johana Jiménez fue muy aplaudida, lo mismo que los bailarines José Porcel, Jairo Rodríguez y Juan Carrillo en su farruca, un difícil trío de nervio y compás. La soleá de Antonio Márquez fue muy exteriorizada, complaciente y extensa, y la dotada bailarina Trinidad Artíguez le dio en los tientos una contrapartida noble y amante.

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