OPINIÓN DEL LECTOR

Juan Pla

Raimon, desde Xàtiva, canta a quienes vienen del silencio y advierte que quien pierde sus orígenes pierde identidad. Hace poco, celebrando un acontecimiento personal con amigos, recorrí con emocionadas palabras mi vida con ellos y terminé con mi familia, mi madre y sus hermanos, todos ellos de Atzeneta d'Albaida. Y reconocí que ellos eran mis orígenes y mi identidad. Allí empecé a ser como soy, y sus recuerdos los tengo siempre presentes. La casa de mis abuelos en el pueblo, con la cochera, los autobuses, el cine, mi padre, mis tíos, Rosa, Rafael y Juan. Ellos me criaron con la alegría de la m...

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Raimon, desde Xàtiva, canta a quienes vienen del silencio y advierte que quien pierde sus orígenes pierde identidad. Hace poco, celebrando un acontecimiento personal con amigos, recorrí con emocionadas palabras mi vida con ellos y terminé con mi familia, mi madre y sus hermanos, todos ellos de Atzeneta d'Albaida. Y reconocí que ellos eran mis orígenes y mi identidad. Allí empecé a ser como soy, y sus recuerdos los tengo siempre presentes. La casa de mis abuelos en el pueblo, con la cochera, los autobuses, el cine, mi padre, mis tíos, Rosa, Rafael y Juan. Ellos me criaron con la alegría de la música de un piano tocado a cuatro manos, Rosa y Juan, en un pueblo entonces pobre, y con unas ganas enormes y sencillas de vivir. El día 23 de diciembre faltó mi tío Juan, y después de miles de kilómetros en autobús, recorriendo la Vall d'Albaida, con la línea desde Atzeneta a Xàtiva, haciendo transporte escolar, excursiones a la nieve, o viajes discrecionales por Europa, ha salido en la prensa por ser el padre de Joan Ignasi Pla. Y han salido reseñas, que a él más que a nadie le hubiera gustado leer, tras una enfermedad que iba superando, y que ha parado bruscamente su corazón poderoso siempre abierto a todos nosotros. Mi tío Juan fue una persona trabajadora, que con mi tía Paquita enseñó a sus tres hijos, Paqui, Consue, y Joan Ignasi, a trabajar duro. Iban al instituto y ayudaban a cobrar los billetes de autobús. En toda la Vall d'Albaida se le conocía y se sabía de su bondad, sencillez y buen humor. Nos enseñó que el mundo era algo por lo que valía la pena vivir, y mejorarlo. Le despedimos con mucho dolor, y la imagen de sus autobuses parados junto al cementerio va unida a la persona que hizo del trabajo una forma de vida y de la familia una razón de ser, lo que también le quería agradecer.

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