Editorial:

Portugal, a las urnas

Los portugueses decidirán finalmente el 17 de marzo quién relevará al dimitido António Guterres al frente del Gobierno, tras la disolución del Parlamento anunciada anoche por el jefe del Estado. Una vez escuchados los jefes de los partidos, el presidente luso, Jorge Sampaio, ha descartado la prórroga artificial de una legislatura que debería haber acabado en octubre de 2003 y a la que el líder socialista Guterres puso fin abruptamente, después de la humillación sufrida por su partido en las elecciones municipales del 16 de diciembre, en las que los socialistas, haciendo buenos los peores pronó...

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Los portugueses decidirán finalmente el 17 de marzo quién relevará al dimitido António Guterres al frente del Gobierno, tras la disolución del Parlamento anunciada anoche por el jefe del Estado. Una vez escuchados los jefes de los partidos, el presidente luso, Jorge Sampaio, ha descartado la prórroga artificial de una legislatura que debería haber acabado en octubre de 2003 y a la que el líder socialista Guterres puso fin abruptamente, después de la humillación sufrida por su partido en las elecciones municipales del 16 de diciembre, en las que los socialistas, haciendo buenos los peores pronósticos, perdieron todas las grandes ciudades del país a manos de los conservadores del Partido Socialdemócrata.

Guterres, cuyo futuro político se desconoce, ha hecho un flaco servicio a su país tras seis años de Gobierno al abandonar simultáneamente el barco y la dirección de su propio partido, y ello pese a la gallardía de asumir todas las responsabilidades de la derrota. No porque los portugueses le apoyasen, puesto que en los últimos tiempos los sondeos de opinión iban dejando cada vez más escuálido al partido dirigido por este socialdemócrata modernizador, quejumbrosos los ciudadanos del escaso crecimiento económico y el incumplimiento de promesas básicas como la reforma de la justicia, la sanidad o la educación. Sino, sobre todo, porque, a falta de un heredero perfilado entre los socialistas, y en medio de una crisis económica aguda y una situación internacional turbulenta, a Portugal no le beneficia un interregno político de prácticamente medio año, si se añade el tiempo que transcurrirá desde las elecciones hasta la apertura del nuevo Parlamento. Y los socialistas lusos están menos apiñados de lo que sugieren las apariencias. A la candidatura cantada de Eduardo Ferro, nuevo líder del PS, le pueden salir alternativas apoyadas por otras figuras socialistas. Algo similar sucede en las filas de la derecha, Partido Popular, también sin aspirante nítido para la pelea electoral de marzo.

En estas circunstancias, todo apunta a que el nuevo primer ministro portugués será en primavera el líder del centro-derecha, José Manuel Durao, ex titular de Exteriores y triunfador de las municipales al frente del Partido Socialdemócrata, al que las primeras encuestas otorgan una ventaja de quince puntos sobre su rival socialista si los comicios generales se celebrasen ahora. El conservador Durao comienza a comportarse como jefe del Gobierno in pectore: ya ha advertido al Gobierno en funciones que se abstenga de adoptar cualquier medida que comprometa al próximo Ejecutivo.

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