Columna

El destino

Por eso de que estos días son días de amor, de alegrías y también de recuerdos, de mirar atrás hacia los rastros serpenteantes de nuestras vidas, hoy saco a colación el bellísimo libro de Alberto García Ulecia El fantasma de Tübingen, que salió hace unos meses y deseo compartir mi impresión.

La introducción del autor es tan corta y tan buena que presagia el resto. Un verano en Tübingen, verde y gris, sintió muy cerca al más 'arrebatado de los románticos alemanes' y comenzó a escoger escritos de Hölderlin que intercaló con poemas suyos sobre el escenario del lugar. El resultado so...

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Por eso de que estos días son días de amor, de alegrías y también de recuerdos, de mirar atrás hacia los rastros serpenteantes de nuestras vidas, hoy saco a colación el bellísimo libro de Alberto García Ulecia El fantasma de Tübingen, que salió hace unos meses y deseo compartir mi impresión.

La introducción del autor es tan corta y tan buena que presagia el resto. Un verano en Tübingen, verde y gris, sintió muy cerca al más 'arrebatado de los románticos alemanes' y comenzó a escoger escritos de Hölderlin que intercaló con poemas suyos sobre el escenario del lugar. El resultado sobrecoge, encanta y saca a la luz un magnífico resumen del poeta alemán con una particularidad que destaca: 'La asunción absoluta de su destino'.

Invadido por el fantasma del poeta, García Ulecia se asombra de que sobre los maravillosos campos de Wüttemberg se alcen chimeneas en donde la gente piensa, ordena y trabaja con 'más avaricia que dicha o esperanza'. No es que sea de extrañar, pero el joven Hölderlin también vivía de los sueños; despreciaba al poderoso y al que se sometía a su servicio; pensaba que el hombre era Dios cuando soñaba y pobre cuando pensaba, pues la razón no servía sin la Belleza; y si se perdía la libertad sólo quedaba el refugio de los sueños.

El autor introduce una descripción de su alrededor y ve pasar 'alas goteando unos trinos fugitivos y libres'. Hölderlin encontró después el amor, al que llamó 'ala amiga' y del que dijo que surgía la creación. Ya entonces creía que era necesario pensar profundo para amar lo vivo y añoraba un hogar con amor, paz y abundancia. Más tarde, de vuelta en Suabia y perdido su amor, el poeta recuerda que se había creído dueño de la libertad y siente miedo, aunque quiere pensar que mientras ame no morirá. Su cantar ya no vuela; está más cerca de la tierra y de los hombres que comienza a comprender.

'¿Para qué los poetas/ en este tiempo de miseria?'.

'Me basta con haber probado el cáliz de la esperanza'

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A lo que Alberto García Ulecia contesta: 'Se ha agotado la lluvia y es más nuevo el silencio'.

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