James Conlon estrena hoy en París una nueva versión de una ópera de Mussorgski

James Conlon (Nueva York, 1950), director musical y jefe permanente de la Ópera Nacional de París, intentará emocionar otra vez esta noche a las 2.703 personas que llenarán el teatro de La Bastilla para asistir a la presentación de una nueva producción, La Khovantchina, ópera inacabada de Mussorgski a la que Conlon intentará poner un nuevo final que la deshaga de sus influencias soviéticas.

Durante esta temporada, Conlon dirigirá siete de los 20 espectáculos líricos previstos, así como un número importante de conciertos, en la institución que comanda Hugues R. Gall, su máximo re...

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James Conlon (Nueva York, 1950), director musical y jefe permanente de la Ópera Nacional de París, intentará emocionar otra vez esta noche a las 2.703 personas que llenarán el teatro de La Bastilla para asistir a la presentación de una nueva producción, La Khovantchina, ópera inacabada de Mussorgski a la que Conlon intentará poner un nuevo final que la deshaga de sus influencias soviéticas.

Durante esta temporada, Conlon dirigirá siete de los 20 espectáculos líricos previstos, así como un número importante de conciertos, en la institución que comanda Hugues R. Gall, su máximo responsable. 'La imagen permanece más que la realidad y por eso es tan importante ocuparse de mejorar la realidad, para que perdure su buena imagen', dice Conlon. La época de las peleas homéricas entre la administración y sus artistas, llámense Daniel Barenboim, Myung-Whun Chung o Pierre Boulez, parece pasada. 'Gall es el patrón. Yo soy uno de sus consejeros, él me escucha, pero no tiene por qué hacerme caso. Mi responsabilidad es exclusivamente artística y mi único poder es y debe ser el de emocionar al público'.

Sobre La Khovantchina, ópera inacabada de Mussorgski, Conlon explica: 'Dejó escrita para piano y voz casi toda la obra, excepto el final. Sólo orquestó el pasaje de la canción de Marfa. La primera orquestación es de Rimski Korsakov, que tiene el mérito de haber hecho existir la obra, de darla a conocer, pero hoy no podemos aprobar los cambios que Rimski hace de la música de Mussorgski. En 1931 se publica el manuscrito y Shostakóvich, en 1959, la orquesta con mucho talento. Pero la obra sigue sin final. Shostakóvich propuso dos, uno basado en la trompetería triunfal del zar, el otro retomando los temas de la obertura, una fórmula un poco wagneriana, que también puede entenderse como un elogio de Pedro el Grande en la medida en que todo acaba en un universo de gran belleza sonora, como si el zar hermanase progreso y tradición. Shostakóvich pensaba en el mundo que vivía, el soviético'.

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