OPINIÓN DEL LECTOR

Miseria informacional

Afganistán lleva semanas siendo el centro de los medios de comunicación. Primero por ser la residencia del terrorista saudí Osama Bin Laden. Segundo por tratarse del lugar donde EEUU ha desplegado su arsenal armamentístico como represalia a los atentados sufridos en carne propia el histórico 11-S. Finalmente, se trata del escenario de combate entre el régimen tiránico de los talibanes y la oposición: la Alianza del Norte, en lucha por un país subdesarrollado. No obstante, en esta guerra, librada en nombre de la libertad duradera y en contra del terrorismo, echamos de menos las imágenes, las fo...

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Afganistán lleva semanas siendo el centro de los medios de comunicación. Primero por ser la residencia del terrorista saudí Osama Bin Laden. Segundo por tratarse del lugar donde EEUU ha desplegado su arsenal armamentístico como represalia a los atentados sufridos en carne propia el histórico 11-S. Finalmente, se trata del escenario de combate entre el régimen tiránico de los talibanes y la oposición: la Alianza del Norte, en lucha por un país subdesarrollado. No obstante, en esta guerra, librada en nombre de la libertad duradera y en contra del terrorismo, echamos de menos las imágenes, las fotografías, las diferentes versiones sobre los hechos. Y es que la información que nos llega de Occidente es escasa y homogénea. Es una guerra sin ella y sin interés de que llegue. Resulta paradójico que viviendo en la 'sociedad de información', donde la capacidad tecnológica de los medios de comunicación de los países industrializados es extraordinaria, sólo podamos acceder a una miseria informacional. A pesar de que existen antecedentes a esta situación -por ejemplo la Guerra del Golfo del 1991: una guerra sin imágenes- el caso de Afganistán viene a demostrarnos como cada vez más el ciudadano tiene menor pluralidad informativa, explícitamente reflejado en los casos de los conflictos bélicos internacionales, algo clave en cualquier sistema democrático. Dentro de este contexto todavía contemplamos, emocionados, como profesionales de la comunicación arriesgan sus vidas por conseguir materia prima de calidad con la que nutrir los medios. Lástima que los asesinos no les dejasen.

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