Reportaje:

La 'performance' ante la sociedad anestesiada

No hay muchas acciones que puedan resumir el pathos del artista como la sublime desaparición del poeta y boxeador Arthur Cravan, quien una mañana de 1918 decidió explorar por su cuenta los peligros del alma desde su pequeña embarcación de remos anclada en la bahía mexicana. Como un Ulises que zarpara hacia ese 'mar sin gente', desapareció en el horizonte estigio y nunca más se supo de él. Dos años antes había desafiado al campeón del mundo de los pesos pesados en la Monumental de Madrid: Cravan cayó noqueado en el primer asalto por Jack Johnson, pero su audacia devolvió sobradamente las...

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No hay muchas acciones que puedan resumir el pathos del artista como la sublime desaparición del poeta y boxeador Arthur Cravan, quien una mañana de 1918 decidió explorar por su cuenta los peligros del alma desde su pequeña embarcación de remos anclada en la bahía mexicana. Como un Ulises que zarpara hacia ese 'mar sin gente', desapareció en el horizonte estigio y nunca más se supo de él. Dos años antes había desafiado al campeón del mundo de los pesos pesados en la Monumental de Madrid: Cravan cayó noqueado en el primer asalto por Jack Johnson, pero su audacia devolvió sobradamente las flores del mal al arte con su abrumadora alabanza del dolor y la autodestrucción. Veinte años antes, otro poeta y fanático deportista, el ciclista Alfred Jarry, presentaba una notable performance con la absurda historia del periforme rey Ubú. De pie y con una cabeza de caballo de cartón, el actor Firmin Gémier se dirigió al todo París literario en el Théâtre de l'Oeuvre y les escupió una sola palabra: 'Merdre'. La 'r' añadida no hizo menos escandalosa la representación y el respetable, que ya no lo era, se lió a guantazos en el patio de butacas entre los partidarios y los detractores de la ciencia patafísica.

Si zigzagueamos entre las variadísimas opciones que ofrece el arte de acción, nos remontamos hasta los ruidos que la orquesta futurista de Marinetti representaba en su lujosa villa milanesa, sólo superados por los cuartetos de John Cage para 'motor de explosión, viento, latido de corazón y desprendimiento de tierras'. Los happenings del degenerado Oskar Kokoschka, aficionado a roer huesos de buey crudos ante el público, fueron también preludio de los sanguinolentos accionistas vieneses. Tampoco las provocaciones machistas de Apollinaire en Les mamelles de Tirésias difieren mucho de los rituales dionisiacos de Albert Vidal o Jean-Jacques Lebel, tan ligados a una fascinación por lo obsceno y prestos a hurgar en el basurero de la cultura triturada por las crueles astas de Artaud.

Yves Klein vació su estudio

de pinturas, hizo rodar a sus modelos desnudas en su perfecto color azul y les pidió que presionaran sus cuerpos contra los lienzos preparados. Luego se fotografió como un Ícaro lanzándose al vacío, pues decía que si los colores son 'los verdaderos moradores del espacio' y 'vacío' el color azul, entonces el artista simplemente podía abandonar sus utensilios. Los dramas de la Pasión de Beuys, con sus fieltros, mantequilla y liebres muertas, y las actitudes subversivas de Fluxus dieron otro sentido a la forma de explorar el dolor y el placer. Los cortes autoinfligidos de Gina Pane buscaban llegar a 'una sociedad anestesiada', como si quisieran ejemplificar la noción aristotélica de la catarsis a través del miedo, el terror y la compasión. Marina Abramovic permitió que el público de una galería de Nápoles utilizara durante seis horas instrumentos sadomasoquistas sobre su cuerpo. A las tres horas, sus atormentadores, que ya le habían hecho cortes con hojas de afeitar, se pelearon y la acción se paró. No menos impactantes fueron el Accidente de automóvil de Jim Dine -una parodia de la pasión americana por los bólidos-, la Violación de Ana Mendieta -a raíz de un incidente en el campus de Iowa en el que una estudiante había sido violada y asesinada- o la Pieza de disparo, donde Chris Burden le pide a un amigo que le dispare en el brazo izquierdo.

Aquellas acciones, en pleno auge del conceptual, ofrecían al artista participar en lenguajes de pensamiento y acción que no sólo conseguían hacerles trascendentales, sino también autodestructivos. 'Estoy a favor del arte que sienta la misma sacudida que los viajeros cuando el autobús pasa por un bache, del arte que se fuma como un cigarrillo, que huele, como un par de zapatos', escribía Oldenburg en 1967. En estas actitudes flotaba el espíritu brechtiano de imponer un estado incómodo e inseguro en el público para anular el vacío entre los dos.

Hoy son pocos los artistas que siguen aquellas pautas de infinita energía y despreocupación. Barcelona ha sido durante estas dos últimas semanas escenario de estas manifestaciones artísticas que inexorablemente diluyen su anarquía en otras disciplinas como la poesía, la danza o el teatro. El festival eBent'01, que se acaba de clausurar, demuestra que la performance todavía puede servir de catalizador para formar nuevas ideas en el arte. En el marco de este festival internacional se muestran, en la galería H20, fotografías de algunas de las más importantes performances de Joan Casellas, creador del Club 7, que a lo largo de dos años llevó a cabo una programación estable de acciones en Barcelona. El valenciano Bartolomé Ferrando, en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), y la serbia Bojana Bojanovic, con Blind Point 1: silencio, en el Centro de Creación Conservas, consiguieron cautivar al público, esta última gracias a una 'danza nueva' basada en un texto de Peter Handke y a una acción que desafiaba su fobia a los insectos y a los espacios cerrados.

¿Qué sentido tienen hoy las acciones de estos artistas del cuerpo? Su arte disidente no permite una audiencia pasiva, pero a veces se muestra alienante e incomprensible. Y hasta algún artista que se ha cortado las venas en público ha obtenido una rápida 're-acción' en un espectador que llama a la ambulancia. Pero de todas estas (buenas) acciones podemos rescatar la sana pregunta de cuáles son los límites del arte o borrar la línea divisoria entre arte y vida. Nadie como Kounellis para llevarlo al terreno de la metáfora, al comparar el friso del Partenón con una performance congelada. 'Cada escultura que ha dado la Humanidad', decía, 'contiene la historia de soledad de un alma sola'.

Festival Internacional de Performance eBent'01. Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Convent de Sant Agustí. Espai Jove Boca Nord. www.pagina.de/club 8 . Joan Casellas. Bones accions. Galería H20. Calle de Verdi, 152. Hasta el 30 de noviembre. Manuel Morales. ¿Para qué sirve una performance? Galería Tinta Invisible. Calle de Lleó, 6, bajos. Hasta el 21 de diciembre. X-Cèntric. Imatges contra direcció. CCCB. Montalegre, 5. Hasta el 20 de enero de 2002. www.cccb.org/xcentric. Centro de Creación Conservas. Calle de Sant Pau, 58.

Arte Etno Tecno de Acción de Gómez Peña

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