CARTA AL DIRECTOR

Enseñanza secundaria obligatoria

Me alegra escuchar cada vez más voces haciéndose eco del desaliento generalizado que sufre la enseñanza secundaria pública: profesores desmotivados y, con frecuencia, atemorizados; alumnos que desean aprender obligados a escuchar entre gritos la enésima explicación del mismo tema; alumnos que no desean aprender y que ejercitan su derecho a no ser enseñados. Hace años me sentía orgullosa de ser profesora de secundaria en un instituto público; me gustaba entrar en el aula, el contacto con adolescentes que, en muchas ocasiones, tenían inquietudes y aspiraciones. Pero eso era ...

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Me alegra escuchar cada vez más voces haciéndose eco del desaliento generalizado que sufre la enseñanza secundaria pública: profesores desmotivados y, con frecuencia, atemorizados; alumnos que desean aprender obligados a escuchar entre gritos la enésima explicación del mismo tema; alumnos que no desean aprender y que ejercitan su derecho a no ser enseñados. Hace años me sentía orgullosa de ser profesora de secundaria en un instituto público; me gustaba entrar en el aula, el contacto con adolescentes que, en muchas ocasiones, tenían inquietudes y aspiraciones. Pero eso era antes, antes de que la LOGSE igualara a todos los estudiantes por abajo, les promocionara automáticamente, despojándoles del más mínimo afán de superación; les obligara a sentarse en un pupitre hasta los 16 años, les dijera que existía la optatividad, para comunicarles que obligatoriamente tenían que escoger otra asignatura, y nos engañara a todos prometiéndonos un futuro más justo e igualitario.

El gran error de la LOGSE fue prescindir de la opinión del profesorado, perderse en preciosas teorías que difícilmente pueden ponerse en práctica, especialmente cuando se escatiman recursos humanos y de infraestructura. Si esta contrarreforma lograra devolver la dignidad al profesorado, el entusiasmo a los alumnos, erradicar la indisciplina y la absoluta falta de respeto que reina en los centros de secundaria, dar una respuesta real a los objetores educativos, diversificar de verdad, estableciendo una ratio de alumnos por aula infinitamente menor a los 30 actuales, dejaría de enviar mi currículum a todos los anuncios de ofertas de empleo. Me gustaría tener esperanzas, pero las noticias que me llegan a través de la prensa no parecen muy alentadoras y, después de 15 años de profesión, sólo deseo escapar de esta degradada y degradante realidad educativa.

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