Tribuna:ELECCIONES GALLEGAS

El fondo de los resultados

El autor interpreta que los comicios en Galicia han puesto fin a un mapa político marcado por la figura de Fraga y el ascenso del nacionalismo por la crisis del PSdeG.

Luego de una jornada electoral intensa, los ganadores tienen que esforzarse en aparecer como tales, quienes se mantienen como 'segundos' no pueden ocultar su disgusto y los presuntos perdedores brindan con champán: ¡asombroso! En una comunidad de leyendas y de magia..., ¿estamos en presencia de un nuevo prodigio? Bueno es que nos lo preguntemos. En muchas ocasiones, la verdad vive oculta entre la maleza. En esta ocasión, la verdad aparece en las aparentemente paradójicas imágenes de la noche electoral. Me explico.

El Partido Popular enfrentaba esta elección en un momento delicado. Siend...

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Luego de una jornada electoral intensa, los ganadores tienen que esforzarse en aparecer como tales, quienes se mantienen como 'segundos' no pueden ocultar su disgusto y los presuntos perdedores brindan con champán: ¡asombroso! En una comunidad de leyendas y de magia..., ¿estamos en presencia de un nuevo prodigio? Bueno es que nos lo preguntemos. En muchas ocasiones, la verdad vive oculta entre la maleza. En esta ocasión, la verdad aparece en las aparentemente paradójicas imágenes de la noche electoral. Me explico.

El Partido Popular enfrentaba esta elección en un momento delicado. Siendo su mejor y más controlado feudo, concurría con un líder, Manuel Fraga, que trasciende a su propio partido, y cuya veteranía determinaba y determina la necesidad de una sucesión a la vista. La mayoría de los gallegos y gallegas eran -y son- de la opinión de que ya debería haberse retirado. El volumen de indecisos era enorme..., y las razones de la inquietud del PP, proporcional... Así arrancábamos una precampaña que, antes del 11 de septiembre, tenía a Gescartera como protagonista de la escena nacional. Sonaban las alarmas y era preciso movilizar todos los recursos: los legítimamente democráticos... y los 'fronterizos' también. Más adelante me referiré a ello.

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Ha sido tal el autobombo y el despliegue mediático sobre el indiscutible y arrollador triunfo que iban a lograr que terminaron por creerse ellos mismos lo que era un recurso de su estrategia de campaña. Vociferaban que podían llegar a 45 diputados, había quien apostaba por 50, y producían titulares y comentarios de ese tenor a través de su corte mediática. El estrambote llegó la noche electoral. Arrancaba con un nuevo triunfo histórico del PP, con un nacionalismo en ascenso y con una nueva caída del socialismo gallego. La ficción, el montaje políticamente interesado, duró hora y media. Luego de una insólita demora en la entrega de datos -más propia de una república bananera que de una región europea-, la verdad era otra: el PP ganaba, sí, pero bajando escaños y votos; el BNG también caía, y el único partido en ascenso resultaba ser el PSdeG.

Pero... ¿son los más de cien mil votos perdidos desde 2000 por el PP, los cincuenta mil de bajada del Bloque, o nuestro aumento de escaños y votos, razones suficientes para explicar las imágenes de aquella noche, el gesto alterado de Pita y de Beiras, o la sonrisa de Touriño? Sin duda, no. Todo se explica en lo que los resultados significan.

Galicia necesitaba un cambio y lo necesitará de forma aún más patente conforme avance la legislatura. Era nuestro objetivo; para ello trabajamos los socialistas hasta el agotamiento, y no lo conseguimos. Éste es el mal sabor que nos ha dejado esta elección. No podemos estar satisfechos. Aunque tenemos motivos, como partido, para estar contentos con nuestro resultado. La sonrisa de Emilio Pérez Touriño está fundada en varias e importantes razones. El socialismo gallego ha quebrado una tendencia de caída libre que arranca hace más de una década. Hemos recuperado el pulso urbano y el crédito entre los más jóvenes. Lo que no ha ocurrido en veinte años ya está fuera de cualquier duda: Touriño será, de nuevo, el candidato del PSdeG-PSOE de las próximas elecciones autonómicas. Muy probablemente, el único que repita de los tres que optaban el domingo 21 a presidir la Xunta.

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Y todo esto en el contexto electoral más adverso que cabe imaginar. Una precampaña y campaña dominadas por la intención del PP de borrarnos de la escena, remarcando -con una colaboración mediática en ocasiones escandalosa- la polaridad PP-BNG, queriendo trasladar a la ciudadanía, como única y falsa opción, la disyuntiva entre Fraga y Beiras. Una campaña en la que, a pesar del volumen de indecisos y de los datos duros -intención directa y simpatía- que daban al PSdeG la condición de alternativa, la 'cocina' de las encuestas nos condenaba al hundimiento y hacía poco menos que increíble poder visualizar a Emilio Pérez Touriño como posible nuevo presidente de la Xunta de Galicia. Una campaña en la que incluso, en su último día, un medio de comunicación nacional 'regalaba' a nuestro candidato una portada nacida de la insidia...

Hay que reconocerles, al PP y a sus 'aliados', que, en este aspecto, su estrategia les dio resultado. El 'peligro' Beiras les ha retenido una buena parte de su electorado que sí hubiera votado a Pérez Touriño como presidente. Y nosotros no hemos sido capaces de quebrar esa imagen-trampa..., al menos del todo.

Y esto es lo que el resultado del 21 de octubre va a impedir que vuelva a ocurrir. Lo que ha sucedido, dicho con toda claridad, es que ha comenzado el cambio en el mapa político gallego. Un mapa político que había venido marcado la pasada década por dos hechos claves que ya no son: la figura de Fraga y la crisis del socialismo gallego. Con ello, como conclusión lógica, el crecimiento del BNG como refugio opositor.

Estas elecciones han sido el último estertor de un mapa político alterado por esos factores. Las próximas elecciones autonómicas contarán con una derecha conservadora y con bandazos autoritarios, pero sin Manuel Fraga al frente; con un socialismo gallego cohesionado, como nunca antes, en torno a un proyecto y un líder, y un BNG que deberá representar al nacionalismo gallego, pero ya no a quienes engrosaron sus filas por nuestros propios errores.

El camino del cambio político en Galicia ha comenzado el pasado domingo 21. El socialismo gallego, como núcleo integrador de una mayoría galleguista, pero no nacionalista, que quiere modernización y progreso para Galicia, ganará las elecciones autonómicas del 2005... o cuando sea. Entretanto consolidaremos el avance en las municipales y reuniremos el voto de la mayoría de los gallegos que prefieren a José Luis Rodríguez Zapatero como presidente de España.

Las imágenes de la noche electoral no tienen nada de paradójicas. Prefiguran el cambio que el sentido de los resultados anuncia.Luego de una jornada electoral intensa, los ganadores tienen que esforzarse en aparecer como tales, quienes se mantienen como 'segundos' no pueden ocultar su disgusto y los presuntos perdedores brindan con champán: ¡asombroso! En una comunidad de leyendas y de magia..., ¿estamos en presencia de un nuevo prodigio? Bueno es que nos lo preguntemos. En muchas ocasiones, la verdad vive oculta entre la maleza. En esta ocasión, la verdad aparece en las aparentemente paradójicas imágenes de la noche electoral. Me explico.

El Partido Popular enfrentaba esta elección en un momento delicado. Siendo su mejor y más controlado feudo, concurría con un líder, Manuel Fraga, que trasciende a su propio partido, y cuya veteranía determinaba y determina la necesidad de una sucesión a la vista. La mayoría de los gallegos y gallegas eran -y son- de la opinión de que ya debería haberse retirado. El volumen de indecisos era enorme..., y las razones de la inquietud del PP, proporcional... Así arrancábamos una precampaña que, antes del 11 de septiembre, tenía a Gescartera como protagonista de la escena nacional. Sonaban las alarmas y era preciso movilizar todos los recursos: los legítimamente democráticos... y los 'fronterizos' también. Más adelante me referiré a ello.

Ha sido tal el autobombo y el despliegue mediático sobre el indiscutible y arrollador triunfo que iban a lograr que terminaron por creerse ellos mismos lo que era un recurso de su estrategia de campaña. Vociferaban que podían llegar a 45 diputados, había quien apostaba por 50, y producían titulares y comentarios de ese tenor a través de su corte mediática. El estrambote llegó la noche electoral. Arrancaba con un nuevo triunfo histórico del PP, con un nacionalismo en ascenso y con una nueva caída del socialismo gallego. La ficción, el montaje políticamente interesado, duró hora y media. Luego de una insólita demora en la entrega de datos -más propia de una república bananera que de una región europea-, la verdad era otra: el PP ganaba, sí, pero bajando escaños y votos; el BNG también caía, y el único partido en ascenso resultaba ser el PSdeG.

Pero... ¿son los más de cien mil votos perdidos desde 2000 por el PP, los cincuenta mil de bajada del Bloque, o nuestro aumento de escaños y votos, razones suficientes para explicar las imágenes de aquella noche, el gesto alterado de Pita y de Beiras, o la sonrisa de Touriño? Sin duda, no. Todo se explica en lo que los resultados significan.

Galicia necesitaba un cambio y lo necesitará de forma aún más patente conforme avance la legislatura. Era nuestro objetivo; para ello trabajamos los socialistas hasta el agotamiento, y no lo conseguimos. Éste es el mal sabor que nos ha dejado esta elección. No podemos estar satisfechos. Aunque tenemos motivos, como partido, para estar contentos con nuestro resultado. La sonrisa de Emilio Pérez Touriño está fundada en varias e importantes razones. El socialismo gallego ha quebrado una tendencia de caída libre que arranca hace más de una década. Hemos recuperado el pulso urbano y el crédito entre los más jóvenes. Lo que no ha ocurrido en veinte años ya está fuera de cualquier duda: Touriño será, de nuevo, el candidato del PSdeG-PSOE de las próximas elecciones autonómicas. Muy probablemente, el único que repita de los tres que optaban el domingo 21 a presidir la Xunta.

Y todo esto en el contexto electoral más adverso que cabe imaginar. Una precampaña y campaña dominadas por la intención del PP de borrarnos de la escena, remarcando -con una colaboración mediática en ocasiones escandalosa- la polaridad PP-BNG, queriendo trasladar a la ciudadanía, como única y falsa opción, la disyuntiva entre Fraga y Beiras. Una campaña en la que, a pesar del volumen de indecisos y de los datos duros -intención directa y simpatía- que daban al PSdeG la condición de alternativa, la 'cocina' de las encuestas nos condenaba al hundimiento y hacía poco menos que increíble poder visualizar a Emilio Pérez Touriño como posible nuevo presidente de la Xunta de Galicia. Una campaña en la que incluso, en su último día, un medio de comunicación nacional 'regalaba' a nuestro candidato una portada nacida de la insidia...

Hay que reconocerles, al PP y a sus 'aliados', que, en este aspecto, su estrategia les dio resultado. El 'peligro' Beiras les ha retenido una buena parte de su electorado que sí hubiera votado a Pérez Touriño como presidente. Y nosotros no hemos sido capaces de quebrar esa imagen-trampa..., al menos del todo.

Y esto es lo que el resultado del 21 de octubre va a impedir que vuelva a ocurrir. Lo que ha sucedido, dicho con toda claridad, es que ha comenzado el cambio en el mapa político gallego. Un mapa político que había venido marcado la pasada década por dos hechos claves que ya no son: la figura de Fraga y la crisis del socialismo gallego. Con ello, como conclusión lógica, el crecimiento del BNG como refugio opositor.

Estas elecciones han sido el último estertor de un mapa político alterado por esos factores. Las próximas elecciones autonómicas contarán con una derecha conservadora y con bandazos autoritarios, pero sin Manuel Fraga al frente; con un socialismo gallego cohesionado, como nunca antes, en torno a un proyecto y un líder, y un BNG que deberá representar al nacionalismo gallego, pero ya no a quienes engrosaron sus filas por nuestros propios errores.

El camino del cambio político en Galicia ha comenzado el pasado domingo 21. El socialismo gallego, como núcleo integrador de una mayoría galleguista, pero no nacionalista, que quiere modernización y progreso para Galicia, ganará las elecciones autonómicas del 2005... o cuando sea. Entretanto consolidaremos el avance en las municipales y reuniremos el voto de la mayoría de los gallegos que prefieren a José Luis Rodríguez Zapatero como presidente de España.

Las imágenes de la noche electoral no tienen nada de paradójicas. Prefiguran el cambio que el sentido de los resultados anuncia.

José Blanco López es secretario de Organización y Acción Electoral del Comité Ejecutivo Federal del PSOE.

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