Elecciones gallegas
En Galicia existe la sensación generalizada de que lo poco o mucho que se ha hecho, bien o mal, lo ha hecho el PP. Si a ello añadimos que ésta es una sociedad conservadora, habitualmente resistente a los cambios políticos, donde además no existe la creencia de que nada serio vaya a estar en peligro porque gobiernen los populares, entonces el resultado era más que previsible. Evidentemente, esto nos causa un profundo disgusto a los que no votamos al PP, a los que desearíamos positivamente dar un escarmiento a las prácticas autoritarias y caciquiles de este partido, a los que odiamos el talante ...
En Galicia existe la sensación generalizada de que lo poco o mucho que se ha hecho, bien o mal, lo ha hecho el PP. Si a ello añadimos que ésta es una sociedad conservadora, habitualmente resistente a los cambios políticos, donde además no existe la creencia de que nada serio vaya a estar en peligro porque gobiernen los populares, entonces el resultado era más que previsible. Evidentemente, esto nos causa un profundo disgusto a los que no votamos al PP, a los que desearíamos positivamente dar un escarmiento a las prácticas autoritarias y caciquiles de este partido, a los que odiamos el talante de Manuel Fraga o de personajes como Pita Varela. A los que contemplamos con disgusto el abandono al que este Gobierno ha sometido a la escuela pública. A los que no soportamos esa conciencia de la desmovilización y el conformismo más absoluto que se dedica a cultivar el PP. Pero, al margen de todo eso, los mensajes catastrofistas no tienen ningún sentido.
Galicia seguirá estando dominada por políticos mediocres, pero nadie tendrá que hacer las maletas, nadie se morirá de hambre y el debate seguirá brillando por su ausencia. Algo perfectamente soportable.