Crónica

El Madrid salva un partido crítico

Un Athletic sin dientes se inclina en la segunda parte ante la voluntariosa actuación del equipo local

A su académica elaboración del juego le faltó pujanza y filo, hasta el punto de convertir a Casillas en un espectador del encuentro. Tampoco le sobró actividad a Lafuente, pero el portero del Athletic salió muy dañado de Chamartín. Se comió el segundo gol en un tirito de Solari. En el palco, a Iribar y Zubizarreta les entró ganas de quitarse la corbata y recordar los viejos tiempos. Saben que el Athletic no acaba de solucionar su problema con los porteros. Por lo que parece, Lafuente no es la solución.

El Athletic pretendió dos cosas que funcionaron en el primer tiempo. Puesto que es un...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
Más información

A su académica elaboración del juego le faltó pujanza y filo, hasta el punto de convertir a Casillas en un espectador del encuentro. Tampoco le sobró actividad a Lafuente, pero el portero del Athletic salió muy dañado de Chamartín. Se comió el segundo gol en un tirito de Solari. En el palco, a Iribar y Zubizarreta les entró ganas de quitarse la corbata y recordar los viejos tiempos. Saben que el Athletic no acaba de solucionar su problema con los porteros. Por lo que parece, Lafuente no es la solución.

El Athletic pretendió dos cosas que funcionaron en el primer tiempo. Puesto que es un equipo con defensas muy discretos, utiliza la posesión de la pelota como argumento defensivo. Mientras mantiene el balón, no le atacan. Eso va contra la vieja cultura del Athletic, equipo directo por tradición. Resultaba curioso el esmero de los defensas en el arte de la combinación, especialmente porque ninguno de ellos es un virguero. Se beneficiaron de la leve presión del Madrid, que no expuso a jugadores como Lacruz, Larrainzar o Larrazabal ante la certeza de sus carencias técnicas. Como esos voluntariosos muchachos que aprenden caligrafía con dificultad, los defensas del Athletic consiguieron manejar el juego, trasladarlo al medio campo y convertir en hipotenso el partido. El Madrid no agarraba el balón ni empujaba con agresividad. El Athletic terminaba su rumia a 30 metros de Casillas. Quizá existía el convencimiento de que el tiempo y la angustia actuarían contra el Madrid. En la grada se advertía un silencio espeso, de los que acaban por fundir el sistema nervioso de los jugadores.

En el fútbol del Madrid se apreciaba la magnitud de la crisis. Al equipo le faltaba poderío, optimismo y desborde. En eso del desborde hubo una cuestión que planeó durante todo el partido porque todas las operaciones desembocaban irremediablemente por el medio. Ni Solari ni Geremi superaban a los laterales. No son de esa clase de jugadores. Por ahí surgió la cuestión de Savio, confinado en el banquillo en una tarde que necesitaba de un poco de picante y algún regate. Pero el hombre parece cada día más alejado de la titularidad. Si en un partido como éste no tuvo sitio, costará verle cuando regresen Figo o McManaman. Hasta Valdo, un muchacho del Madrid B, encontró antes su oportunidad frente al Athletic. Se lesionó Geremi y entró el joven extremo derecho. A Savio se le debían de llevar los demonios. Jugó muy al final, con la victoria asegurada. Cuando terminó el encuentro, salió como un rayo del estadio con gesto fastidiado.

La primera parte fue de una intensidad tan baja que no ocurrió nada. El Athletic manejaba la pelota sin más y el Madrid se defendía con más cuidado de lo habitual. Los laterales no abandonaban su posición ni a tiros, cosa que no extrañó en el inexperto Raúl Bravo y que sorprendió en Míchel Salgado. Sin oportunidades en las dos áreas y con una prudencia extrema en los equipos, quedaba por saber el veredicto de la afición en el segundo tiempo. No hubo margen para saberlo. En su primera arrancada, Salgado hizo lo que más le gusta: conducir el balón en medio de piernas rivales, aparentemente sin dirección definida, en la confianza de sacar ventaja del alboroto de la jugada. Y eso es precisamente lo que sucedió. Salgado salió del lío con el permiso de sus rivales, combinó con Valdo y envió un centro muy mal defendido por los centrales del Athletic. Raúl lo cabeceó y el Madrid respiró.

Ese gol abrió interrogantes sobre los cambios en el Athletic tras el descanso. Ezquerro y Alkiza sustituyeron a Urzaiz y Guerrero. Había alguna explicación en lo de Ezquerro, jugador rápido, con capacidad para retrasarse y buscar los costados. O sea, lo que más molesta a los centrales del Madrid. Menos explicable resultó el cambio de Alkiza por Guerrero porque el equipo perdía gol a ojos vista. Y cuando se le necesitó tras el tanto de Raúl, Guerrero ya no estaba en el campo. En esa situación, el Madrid apenas se sintió exigido, aunque en alguna fase del segundo tiempo dio la sensación de quebrarse un poco. Fue entonces cuando emergió Hierro como el mejor jugador del partido, equipado con la autoridad que necesitaba un Madrid convalenciente. Y lo mismo ocurrió con Raúl, que abandonó el área para manejar el encuentro en el medio campo. Frente a eso, el Athletic no encontró respuesta. Y menos aún tras el tanto de Solari, una broma de gol que habla muy mal del portero del Athletic.

Los jugadores madridistas, entre ellos Raúl Bravo y Míchel Salgado, se abrazan tras la consecución por parte de Raúl del primer gol.ULY MARTÍN

Archivado En