Columna

La dulce basura

A las televisiones públicas les ha salido al paso una seria competencia: las producciones políticas. La serie la inició la semana pasada el Partido Popular que ha realizado una suerte de cortometraje basura que recrea los programas basura emitidos por Canal Sur. Basura sobre basura, pensarán ustedes, pero no es del todo cierto. Seamos justos: si las vanguardias artísticas han demostrado que se pueden construir obras emocionantes con objetos de deshecho ¿por qué el PP no puede presumir de haber construido un profundo melodrama a partir de secuencias selectas de programas tales com...

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A las televisiones públicas les ha salido al paso una seria competencia: las producciones políticas. La serie la inició la semana pasada el Partido Popular que ha realizado una suerte de cortometraje basura que recrea los programas basura emitidos por Canal Sur. Basura sobre basura, pensarán ustedes, pero no es del todo cierto. Seamos justos: si las vanguardias artísticas han demostrado que se pueden construir obras emocionantes con objetos de deshecho ¿por qué el PP no puede presumir de haber construido un profundo melodrama a partir de secuencias selectas de programas tales como Mira la noche, Bravo por la tarde o Las cartas hablan, emitidos todos el pasado verano por la televisión pública andaluza?

En un artículo anterior tuve la oportunidad de alabar el pesimismo ontológico y los ribetes hermenéuticos que subyacen en esos programas de madrugada que emiten ciertas televisiones locales en los que una presentadora bizca provista de pelo colorado pregunta sin tregua a los espectadores, mientras los hipnotiza con sus ojos dislocados, cómo se llama el cantante que perdió su carro.

Con este antecedente inmediato hemos de convenir que lo que ha hecho el PP puede ser considerado como un nuevo género audiovisual, algo así como realismo sucio (el suciorrealismo) o pop vengativo. No sé, se me ocurren muchas maneras de bautizar esa fórmula inédita de sintetizar el oprobio televisivo. La telebasura, despojada de la duración, condensada y resumida, es en cierto modo una imagen pura, nueva, exenta.

Ahora bien, hemos hablado de producciones políticas, en plural, y es que lo realmente llamativo de este género acuñado por la derecha es su tendencia a la emulación. Rafael Camacho, director general de la RTVA, ha anunciado en este mismo periódico la hipotética réplica que merecería el audiovisual del PP: un nuevo video -suponemos también de duración limitada- que sustancie el 'parlamentarismo basura' de los populares.

No perdamos la secuencia de los hechos, ya que estamos ante un género que será pronto explicado en las facultades de Periodismo. Canal Sur emite programas basura y con ellos el PP produce un cortometraje basura que da pie a un imaginario audivisual sobre la inclinación hacia la basura de dichos diputados.

Bien, pues ayer, en pleno fragor creativo, el vicesecretario de Organización del PP, José Luis Sanz, ha advertido con lógica policial que si alguien los graba removiendo la basura estaremos 'ante un presunto caso de espionaje'. Es curioso que este Sanz, que parece menos hábil que el Sanz genuino (san Sanz), haya clamado contra el espionaje a costa de admitir el oficio de alcantarilla de sus compañeros de partido. Sanz debiera producir un video sobre el trabajo de los espías mientras filman a sus cargos manejando la basura procedente de la telebasura de Canal Sur.

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Dado que uno en el fondo tiene en el alma un pequeño ecologista no puede menos que celebrar, ante de concluir el artículo, la profusa y espontánea inclinación de los partidos hacia el reciclado general de desperdicios.

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