Necrológica:NECROLÓGICAS

Ángel Martín Pompey,compositor de la generación del 27

En la noche del martes 11 de septiembre falleció el gran compositor Ángel Martín Pompey, nacido en Montejo de la Sierra el 1 de octubre de 1902. Pertenecía, por tanto, a la denominada generación del 27, aunque su personalidad era distinta a la de otros miembros de esa gran leva musical, reducida por uso y abuso de los términos a pequeños grupos de Madrid, Barcelona o Valencia, principalmente.

Seguidor de la línea estética y humana de su principal maestro, Conrado del Campo, Martín Pompey, extraordinariamente sencillo, bondadoso y generoso, deja una obra cuantiosa con especial pre...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

En la noche del martes 11 de septiembre falleció el gran compositor Ángel Martín Pompey, nacido en Montejo de la Sierra el 1 de octubre de 1902. Pertenecía, por tanto, a la denominada generación del 27, aunque su personalidad era distinta a la de otros miembros de esa gran leva musical, reducida por uso y abuso de los términos a pequeños grupos de Madrid, Barcelona o Valencia, principalmente.

Seguidor de la línea estética y humana de su principal maestro, Conrado del Campo, Martín Pompey, extraordinariamente sencillo, bondadoso y generoso, deja una obra cuantiosa con especial preferencia por los géneros de cámara: cuartetos, quintetos -uno de ellos para guitarra y clarinetes-, infinidad de canciones a solo y a coro, sobre temas populares, textos clásicos y románticos y no pocos de carácter religioso, pues don Ángel fue siempre un profundo creyente. En este campo nos deja varias misas, una Pasión según san Juan y una acción litúrgica titulada El triunfo de la Santa Cruz. La ópera cómica La Tarasca, con libreto de Piedad Salas y el ballet Beata Cándida, extienden la actividad creadora del músico al dominio escénico.

Como profesor, Martín Pompey -premio extraordinario en todas las titulaciones musicales- enseñó particularmente y en el Conservatorio de Madrid armonía y composición, obtuvo pensiones de la Real Academia de Bellas Artes y de la Fundación March y, ya en la cima de su saber y su prestigio, le fue concedido el Premio Nacional del Estado. Cuatro sinfonías, oberturas, una suite-divertimento, destacan en la parcela orquestal.

La nómina de sus maestros da una idea de la densidad de sus saberes, pues van desde Montalbán y Cubiles en el piano, Gabiola en el órgano, Julio Francés y Fernández Bordas en el violín, hasta Conrado del Campo, el maestro de varias generaciones, predicador con el ejemplo de la vocación musical entendida como irrenunciable. Ejerció alguna temporada la crítica y contó con el unánime cariño y la total admiración de todos.

Hombre libre y culto, no se hacía notar aun siendo muy notable, y si muchas formaciones de cámara incorporaron sus obras al repertorio, nunca pretendió una popularidad que habría chocado con su ética. Y es el caso que los pentagramas de Pompey, ni antiguos ni modernos, son valederos en cualquier época, como suele acontecer con las creaciones verídicas, desnudas de egoísmo y enemigas de alharacas.

El próximo año, Martín Pompey habría celebrado su centenario de artista y hombre 'en el mejor sentido de la palabra, bueno'. Se quedó en puerta de la efemérides, como le sucedió a Eduardo López Chávarri, que tantos puntos de contacto tenía con él.

Archivado En