Crónica:VUELTA 2001 | Tercera etapa

Abanicos locos

El ONCE-Eroski, el equipo más perjudicado en una jornada con múltiples caídas

Un lexatín, por favor; que alguien reparta lexatines, que son muy buenos, tranquilizan, valen para todo y no dan positivo; que, a este paso, van a acabar locos de remate.

Pobres corredores, salen tan nerviosos que acaban como torpes que no hacen más que rodar por el suelo. Ponen la radio y no hacen más que oír que ahí fuera las carreteras no son lo que parecen, apacibles y rectas líneas de asfalto, sino peligrosos parajes donde acecha el viento, donde el abanico manda, donde sobrevivir es imposible. Es el sello de la Vuelta, la carrera en la que el abanico es más importante que la monta...

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Un lexatín, por favor; que alguien reparta lexatines, que son muy buenos, tranquilizan, valen para todo y no dan positivo; que, a este paso, van a acabar locos de remate.

Pobres corredores, salen tan nerviosos que acaban como torpes que no hacen más que rodar por el suelo. Ponen la radio y no hacen más que oír que ahí fuera las carreteras no son lo que parecen, apacibles y rectas líneas de asfalto, sino peligrosos parajes donde acecha el viento, donde el abanico manda, donde sobrevivir es imposible. Es el sello de la Vuelta, la carrera en la que el abanico es más importante que la montaña.

Entran luego en la reunión táctica del equipo y no hallan la tranquilidad necesaria. El director, exaltado, les machaca, les hace ver que ésta es la Vuelta del monotema: 'cuidado con el viento', 'agarrad fuerte el manillar', 'atentos a las cunetas'. Llegan temblando a la salida. Se colocan el auricular, comienzan a pedalear y ya no saben dónde están.

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Voces y alaridos en la oreja. Ruido de frenazos, insultos e improperios. A los cinco minutos, una visión angustiosa: por la izquierda, el ONCE-Eroski en formación de ataque, dispuesto a ofrecer la cuneta, cerrar contra el viento al pelotón, responder a su fama y organizar un corte. Intervienen entonces otros equipos, en paralelo, y se frena la intentona. Pero no los nervios. Los corredores están asustados, quieren colocarse bien, se meten manillar, se rozan. No caben en la carretera. Caídas por todas partes.

La consecuencia es desgraciada, pero irónica. Cortes por un quítame allá esos vientos y caídas, unas cuantas. La ironía: que el gran perjudicado fue el ONCE-Eroski, el equipo que tiene patentado el abanico como arma de ataque. A tres kilómetros, donde una contraperaltada curva de 180º provocó la sexta caída, el pelotón se rompió. Sólo uno de los de Saiz, Igor Galdeano, entró en el primer grupo, con Botero y Sevilla entre otros. Beloki, el otro líder, junto a Olano, perdió 22 segundos.

Las contusiones afectaron a 30 corredores. Entre ellos, Freire, con una contractura en el hombro. Como nadie se había tomado un lexatín, el cántabro no estaba para entrar en el sprint, donde mandó, día dos, la ley del Telekom y el remache de Zabel.

Óscar Freire, a la derecha, se duele del codo derecho tras una caída.EFE

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