Crítica:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

András Schiff cambia el piano por la ópera en Edimburgo

La cantante española Isabel Rey triunfa en el Festival Theatre interpretando el papel de Despina en una versión de 'Così fan tutte' de Mozart

Lo que se anunciaba como una versión de concierto del Così mozartiano en el Festival Theatre resultó ser eso que aquí se llama semiescenificada, lo que significa que, con unos buenos cantantes-actores, cada uno puede imaginarse el resto como pueda. Los del reparto lo fueron en general, pero hubo categorías. En la primera, la Despina digna y lista, ejemplar, de una Isabel Rey magnífica de voz, de gracia y de prestancia, comedida en sus caracterizaciones como médico y notario, musicalísima siempre. A su altura, la Dorabella de una Monica Groop con la voz cada vez más redonda, dominadora d...

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Lo que se anunciaba como una versión de concierto del Così mozartiano en el Festival Theatre resultó ser eso que aquí se llama semiescenificada, lo que significa que, con unos buenos cantantes-actores, cada uno puede imaginarse el resto como pueda. Los del reparto lo fueron en general, pero hubo categorías. En la primera, la Despina digna y lista, ejemplar, de una Isabel Rey magnífica de voz, de gracia y de prestancia, comedida en sus caracterizaciones como médico y notario, musicalísima siempre. A su altura, la Dorabella de una Monica Groop con la voz cada vez más redonda, dominadora de un papel que le va estupendamente y el Guglielmo del joven y cada día mejor preparado Nicola Ulivieri. A otra altura se movieron Fiordiligi y Ferrando. Ella fue la muy joven Anja Arteros, poseedora de una voz poderosa pero a la que aún hay que moldear. Lothar Odinius, Ferrando, es un tenor de pequeño formato, que demuestra su buena escuela en los recitativos pero que quedó forzado en algunos de los pasajes más comprometidos. El veteranísimo Rolando Panerai fue un don Alfonso viejo zorro, más napolitano que nadie. Dueño aún de una voz suficiente y sobrado de tablas, compensó las carencias propias de la edad con una expresividad en los recitativos un poco a la vieja escuela pero sin excesos. El Coro de la Orquesta de Cámara de Escocia cumplió aceptablemente.

Párrafo aparte para el director András Schiff, que no ha podido resistir la tentación de pasarse del teclado al podio siguiendo los pasos recientes de Christian Zacharias o Zoltán Kocsis. Tras una obertura en la que la Philharmonia anduvo un poco tosca, las cosas fueron de menos a más y la intensidad acabó ganando la partida. Schiff ha sido siempre un mozartiano de primera. La lección magistral la dio, cómo no, desde el fortepiano en el acompañamiento a los recitativos. Pocas veces se puede oír un instrumento más florido, más delicado. Hubo momentos con Panerai en los que pareciera escucharse una suerte de melodrama en el que los dos músicos fueran cómplices desde siempre.

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