Placeres | GENTE

PAN CON TOMATE

El Ángel de la Gastronomía sale disparado del aeropuerto de Barcelona y, siempre con el señor Patanegra a la zaga, se planta en un abrir y cerrar de alas en las Ramblas. Esquivando la avalancha de turistas, avanza a la sombra de los plátanos y se detiene al llegar al mercado de la Boquería. Allí se arrodilla, despliega sus alas doradas, inclina la cabeza, cierra los ojos y junta las manos.

-¿Qué haces? -le recrimina el señor Patanegra, azorado-. ¿Estás llamando la atención?

-No sufras, Patanegra, que en las Ramblas, dado su ambiente mundano, es casi imposible llamar la atención. ...

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El Ángel de la Gastronomía sale disparado del aeropuerto de Barcelona y, siempre con el señor Patanegra a la zaga, se planta en un abrir y cerrar de alas en las Ramblas. Esquivando la avalancha de turistas, avanza a la sombra de los plátanos y se detiene al llegar al mercado de la Boquería. Allí se arrodilla, despliega sus alas doradas, inclina la cabeza, cierra los ojos y junta las manos.

-¿Qué haces? -le recrimina el señor Patanegra, azorado-. ¿Estás llamando la atención?

-No sufras, Patanegra, que en las Ramblas, dado su ambiente mundano, es casi imposible llamar la atención. Lo único que hago es dar gracias a Dios por la existencia de un mercado tan maravilloso como es el de la Boquería.

-¿Y tienes que desplegar las alas para hacerlo?

-Se impone el traje de lujo. Pero, tranquilo, de todos modos nadie va a creer que soy un ángel de verdad -sonríe-. Como mucho, me tomarán por otro hombre estatua.

Confirmando sus palabras, unos turistas le lanzan unas monedas y le hacen unas fotos. El ángel, magnánimo, les bendice.

-Y ahora, vamos a comer un buen pan con tomate -dice, replegando las alas y volviendo al mundo terrenal.

-Pero si el pan con tomate no tiene secretos. No me dirás que hay que recurrir a la alta tecnología para frotar una rebanada de pan con un tomate -protesta el señor Patanegra, socarrón.

-Te equivocas una vez más, querido Patanegra. Un pan con tomate como Dios manda no lo hacen en cualquier parte. Has de saber que en Cataluña el pan con tomate es algo tan serio como la filosofía. Dicen que lo inventaron los campesinos para hacer más apetecible el pan seco y para aprovechar la abundancia de tomates en tiempos de recolecta. Yo creo que se inventó con un poco de suerte, un poco de hambre y un poco de sensibilidad... La sensibilidad, recuerda, es siempre necesaria para apreciar los pequeños detalles. Una receta fantástica no tiene por qué llevar ingredientes caros ni necesitar una técnica complicada.

-En casa lo hacíamos untando el pan con salsa de tomate.

-¡Craso error! -el ángel saca a relucir su divina indignación-. Atiende, Patanegra, que te veo poco ducho en este campo. En primer lugar, necesitas el pan. Tiene que ser pan de payés, hecho con harina de trigo, cocido al horno de leña, con miga semidura, agujeros pequeños y corteza no extremadamente crujiente para que no se nos rompa. Mejor el de forma redonda. El tomate tiene que ser rojo y brillante, ni muy maduro ni con semillas verdes o amarillas. Los llamados de penjar son para mí los mejores. Aunque son pequeños, tienen una cantidad de pulpa impresionante. El aceite es muy importante por su aportación de gusto, textura y lubricación del pan. Tiene que ser de oliva, por supuesto, pero no muy fuerte, ya que predominaría su sabor sobre el del tomate, y no muy ácido, ya que la acidez también la aporta el tomate. Para terminar, puede ponerse sal fina o gorda. Cortamos el pan en rebanadas uniformes y de un grosor de unos 1,5 centímetros, cortamos el tomate por la mitad, lo untamos por toda la rebanada, salamos al punto, ni mucho ni poco, y rociamos generosamente con aceite de oliva.

-¿Y con qué me lo como? -pregunta el señor Patanegra-. Porque el pan solo...

-Pasa, sacrílego, que nunca aprenderás... -le riñe el ángel-. Puedes comértelo con lo que quieras; con jamón, anchoas... Ahora bien, cuando el pan con tomate está bien hecho, está buenísimo solo. Un auténtico placer. Venga, come, que mañana hablaremos de las nuevas tapas.

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