Reportaje:

Dos muertes tras una huida

La reyerta del domingo comenzó por una discusión en el clan de 'los gallegos' sobre cómo regresar al poblado del Pozo del Huevo

Los integrantes del clan de los gallegos abandonaron sus hogares tras un doble asesinato del que temían ser acusados. Entre seis y ocho familias buscaron precipitadamente refugio en Galicia, a la espera que se calmaran los ánimos y negociar con la familia de Emilio Montoya y Rocío Iglesias, el matrimonio acribillado ante sus hijas el 4 de julio, el regreso a las chabolas que ocupaban en el Pozo del Huevo, el poblado de Madrid que fue escenario de ese crimen.

Pero estos planes no fueron más allá de los manteles de la mesa que compartía el clan de los gallegos el pasado domi...

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Los integrantes del clan de los gallegos abandonaron sus hogares tras un doble asesinato del que temían ser acusados. Entre seis y ocho familias buscaron precipitadamente refugio en Galicia, a la espera que se calmaran los ánimos y negociar con la familia de Emilio Montoya y Rocío Iglesias, el matrimonio acribillado ante sus hijas el 4 de julio, el regreso a las chabolas que ocupaban en el Pozo del Huevo, el poblado de Madrid que fue escenario de ese crimen.

Pero estos planes no fueron más allá de los manteles de la mesa que compartía el clan de los gallegos el pasado domingo en Melide (A Coruña). Según relataron allegados a la familia, la trifulca que costó la vida esa tarde a dos primos de 22 años, José Romero Moreno y Alfredo Romero Montoya, surgió porque una parte del numeroso clan, quería volver al Pozo del Huevo inmediatamente, y para ello reclamaban el apoyo del resto. Querían que un centenar de parientes les arropasen en su vuelta a Madrid. Argumentaban que no iban a buscar pelea, según los testigos consultados, sino a defender sus chabolas que habían tenido que abandonar por temor a que los tarzanes, la familia del matrimonio asesinado, quisiera vengar sus muertes.

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Otra parte del clan prefería esperar algún tiempo. Primero querían dejar claro ante los tarzanes que Manuel García Hernández, de 73 años, al que busca la policía como principal sospechoso del asesinato de Emilio y Rocío, no tenía nada que ver con ellos, pese a los rumores sobre una lejana amistad y un incierto parentesco. Luego querían negociar con los tarzanes un regreso tranquilo.

La discusión sobre cómo regresar al Pozo del Huevo subió de tono y acabó en una monumental riña familiar que causó dos muertos y cuatro heridos. "Estamos hartos de tanta sangre", explicó ayer un miembro del clan. "Primero perdemos nuestras casas por un asesinato que no fue nuestro. Y luego nos matamos entre nosotros", se lamentaba ayer al salir del entierro de su primo José Romero Moreno. El otro fallecido en la reyerta del domingo en Melide, Alfredo Romero Montoya, también era su primo y también tenía 22 años.

Las dos facciones de los gallegos ya habían tenido enfrentamientos anteriormente. En uno de ellos, ocurrido en Monforte de Lemos (Lugo) el 4 de julio de 1996, 11 personas resultaron heridas en otra reyerta que empezó en un entierro y continuó en el hospital en el que se atendía a los heridos. Pero la familia ya había hecho las paces hace un par de años, según miembros de la familia.

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Las leyes que rigen la convivencia entre clanes gitanos y los extensos lazos familiares hacen que los nervios recorran los poblados en los que alguien tiene algún pareinte entre implicados en cualquier crimen. En el Pozo del Huevo, Nicanor, el patriarca de los tarzanes, de unos 60 años, se mostraba ayer preocupado por un pequeño incidente ocurrido a primera hora de la mañana.

Una mujer del clan de los gallegos se había acercado al poblado a recuperar parte de la chatarra que su familia había dejado abandonada cuando un familiar de Nicanor se acercó a preguntar qué hacía. La mujer y su acompañante, asustados y llorando, salieron huyendo del poblado montados en su furgoneta. Temían una venganza de los tarzanes.

Nicanor se esforzaba en conseguir el teléfono de alguien de los gallegos para explicar que todo había sido un malentendido. "Desde que se marcharon, tengo dicho a todos en el poblado que nadie coja nada de sus chabolas para que vengan cuando quieran a recoger sus cosas", decía Nicanor. Tras más de tres horas de intentos infructuosos, al fin consiguió hablar por teléfono con un patriarca de los gallegos. El asunto quedó aparentemente arreglado y quedaron en regular en un próximo encuentro las relaciones entre los miembros de ambos clanes en el futuro.

Los tarzanes quieren que se sepa que ellos no tienen nada contra los gallegos ya que creen que éstos no tuvieron nada que ver con el asesinato de Emilio y Rocío. "Ya ha muerto demasiada gente. Es hora de hablar", concluyó Nicanor.

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