CARTAS AL DIRECTOR

Ojos que no sienten

Algunos amigos míos afirman haber coincidido con algún alto cargo en un viaje en avión. Otros han disfrutado de esa suerte durante un trayecto del AVE, aunque, eso sí, en ambas circunstancias, nuestros representantes lo hacían en clase preferente.

En cambio, no conozco a nadie que haya gozado de tan agradable compañía durante un viaje en autobús. Y quizás eso explique en qué condiciones se viaja todavía en dicho medio. Porque, si bien es cierto que buena parte de la flota es bastante moderna, resultan todavía inaceptables las distancias entre filas de asientos (propias de los 1,55 metro...

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Algunos amigos míos afirman haber coincidido con algún alto cargo en un viaje en avión. Otros han disfrutado de esa suerte durante un trayecto del AVE, aunque, eso sí, en ambas circunstancias, nuestros representantes lo hacían en clase preferente.

En cambio, no conozco a nadie que haya gozado de tan agradable compañía durante un viaje en autobús. Y quizás eso explique en qué condiciones se viaja todavía en dicho medio. Porque, si bien es cierto que buena parte de la flota es bastante moderna, resultan todavía inaceptables las distancias entre filas de asientos (propias de los 1,55 metros de talla media de la posguerra); la carencia de retretes, aunque sólo fuese para 'uso de emergencia', y el sometimiento a los gustos musicales, tertulianos o cinematográficos del conductor, sin el más mínimo respeto al elemental derecho a viajar reposando o simplemente en silencio.

Si a eso le añadimos el aporte personal de ciertos viajeros que reclinan sus respaldos hasta apoyarse en el esternón del viajero de atrás, de otros que reciben y emiten información continua a través de sus móviles... y algún que otro etcétera pueden entender perfectamente en qué consiste actualmente usar en España el transporte público por carretera.

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