García Fajardo reivindica en un libro las raíces de Al-Ándalus

RAÍCES

El periodista, profesor de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la ONG Solidarios, José Carlos García Fajardo, reivindica las raíces de Al-Ándalus en un libro que presenta hoy en Sevilla, Marraquech, una huida. García Fajardo comentó que la idea de escribir este libro surgió hace 25 años, cuando viajó a Marraquech en compañía de un grupo de alumnos. 'Aquel viaje', afirmó, 'fue la respuesta a la llamada del camino, momento en el que uno se da cuenta de que no hay que salir a buscar fuera lo que llevamos dentro'.

Según dij...

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RAÍCES

El periodista, profesor de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la ONG Solidarios, José Carlos García Fajardo, reivindica las raíces de Al-Ándalus en un libro que presenta hoy en Sevilla, Marraquech, una huida. García Fajardo comentó que la idea de escribir este libro surgió hace 25 años, cuando viajó a Marraquech en compañía de un grupo de alumnos. 'Aquel viaje', afirmó, 'fue la respuesta a la llamada del camino, momento en el que uno se da cuenta de que no hay que salir a buscar fuera lo que llevamos dentro'.

Según dijo, el libro 'aparentemente' es el relato de un viaje por un Marruecos 'desconocido, misterioso', pero que en el fondo oculta en forma de metáfora 'un viaje hacia el interior' de cada ser humano. 'Cuando uno recupera sus raíces, es más libre y si es más libre, es más persona y si es más pesona, es más feliz', recalcó.

En este sentido, planteó la obra como un intento por recuperar lo que 'los bárbaros godos' arrancaron a los españoles en el siglo XV, haciéndoles 'olvidar todo lo que el islam les había dejado, como la cultura del agua, de la luz, el ladrillo, las acequias, la Alhambra o el Alcázar'. 'Nos quitaron nuestras raíces, hasta el punto de que llegamos a la monstruosidad de que el patrón de España es Santiago Matamoros', criticó. A su juicio, la sociedad 'tiene mucho que aprender del mundo islámico, de su sentido del tiempo y del espacio y, sobre todo, de su gusto por saborear los sentidos, ya que conservan todavía esa armonía, ese sosiego, que los occidentales, esclavos del tiempo y del trabajo, perdieron'.

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