'Me desperté con sangre en la cara'

Javier, de unos 40 años, no sabía si lo que le estaba pasando era una pesadilla. Cinco minutos antes de la media noche le levantó de la cama el estruendo del coche bomba. Se incorporó en el lecho y vio que tenía sangre en la cara y la colcha repleta de trozos de cristales. Las ventanas de su dormitorio reventaron por la explosión y le cayeron encima como cuchillos. Un cristal se le clavó en el párpado inferior izquierdo: 'Me desperté con la cara ensangrentada', le comentó a un vecino cargado con la rabia del que se sabe víctima inocente.

Ayer entraba, procedente del hospital, con un apa...

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Javier, de unos 40 años, no sabía si lo que le estaba pasando era una pesadilla. Cinco minutos antes de la media noche le levantó de la cama el estruendo del coche bomba. Se incorporó en el lecho y vio que tenía sangre en la cara y la colcha repleta de trozos de cristales. Las ventanas de su dormitorio reventaron por la explosión y le cayeron encima como cuchillos. Un cristal se le clavó en el párpado inferior izquierdo: 'Me desperté con la cara ensangrentada', le comentó a un vecino cargado con la rabia del que se sabe víctima inocente.

Ayer entraba, procedente del hospital, con un aparatoso parche en la cara en el portal de su casa, en el 27 de la calle de Goya: 'No quiero hacer declaraciones. Esto es intolerable'.

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A Eva Ruiz Espiga, farmacéutica de 33 años, y a su prometido, Eloy, un empresario andaluz de edad similar, la explosión les sorprendió a unos 30 metros del coche bomba. Habían prolongado su paseo por el barrio de Salamanca porque hacía buena noche. Caminaban de la mano por la calle de Goya en la confluencia con la de Velázquez cuando les alcanzó la onda expansiva de la explosión: 'Fue una sensación horrible. Una fuerza invisible me envolvió y sentí un escalofrío por todo el cuerpo. La fuerza me disparó contra la pared de un edificio. Luego me cayó una lluvia de cristalitos encima', explicó ayer. 'Se me ha quedado la mente en blanco. De todas las secuelas que te deja esto, miedo y demás, la que más sientes el día después es el odio... y no me siento orgullosa de ello', comentó.

Su tía Mari Cruz Ruiz, de 62 años, que estaba viendo la televisión cuando los cristales de su salón saltaron por los aires, comentó: 'Es triste y denigrante tener que vivir así'.

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