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Palmo Más o Menos

No me gustan los hombres que la tienen pequeña. Asimismo se lo dije a mi asesor moral Rodríguez Rivero (por su columna en Babelia / ¡viva la sidra El Gaitero!), que no acabó de entender qué relación había entre esta inclinación y mi crónica cultural. Y es que a los hombres heterosexuales, por muy cultos que sean (tal es el caso de RR), les cuesta comprender que las mujeres de formación elevada (como yo, por ejemplo) también tengamos nuestros fetiches, perversiones, todo eso que han tenido los intelectuales toda la vida de dios, y nadie les ha tosido. Encontré comprensión, sin emb...

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No me gustan los hombres que la tienen pequeña. Asimismo se lo dije a mi asesor moral Rodríguez Rivero (por su columna en Babelia / ¡viva la sidra El Gaitero!), que no acabó de entender qué relación había entre esta inclinación y mi crónica cultural. Y es que a los hombres heterosexuales, por muy cultos que sean (tal es el caso de RR), les cuesta comprender que las mujeres de formación elevada (como yo, por ejemplo) también tengamos nuestros fetiches, perversiones, todo eso que han tenido los intelectuales toda la vida de dios, y nadie les ha tosido. Encontré comprensión, sin embargo, en el hot, ese lugar de homosexuales gordos (osos) donde me lleva mi amigo gay a tomar copas. Rodeada de seis osos, sintiéndome como la osa mayor, lo solté: 'No me gustan los hombres que la tienen pequeña'. No sólo me entendieron, sino que, en general, se mostraron de acuerdo. ¿Y qué tiene que ver esta inclinación con mis gustos culturales? Mucho. Por ejemplo, si no fuera porque me gustan los hombres de nariz grande, nunca hubiera reparado en Rosendo, al que me aficioné hace años (aquella mítica canción de Borrachuzos), y no porque fuera un rockero eminente de Carabanchel, sino porque yo veo una nariz como ésa y es que me rindo, ya te digo. El otro día le entrevistaba Hilario Pino, le hacía un test de esos de '¿cuál es su película favorita?', etcétera, y cuando llegó a la pregunta '¿cuál es el último libro que ha leído?', mi Rosendo puso cara de retrotraerse a un pasado muy lejano y respondió: 'Uno que leí cuando era pequeño, a lo mejor El lobo estepario'. Hilario, con los ojos espantados, abundó: '¿Es que la literatura no se lleva bien con el rock?', y mi Rosendo, sin perder la compostura, explicó: 'No, es que no me metieron esa costumbre de pequeño...'. Con un par de narices, sí, señor.

Mi santo no me ha recriminado nunca estas tendencias mías hacia lo grande. Tal vez no se trate tanto de que sea un marido liberal como de que sus tendencias hacia lo grande son mucho más... grandes. El otro día, sin ir más lejos, entro en su despacho, en el aire sonaba la dulce voz de Marilyn Monroe, y veo que mi santo, al verme, guarda rápidamente algo entre las páginas de su libro de cabecera (o de cabezadas) actual: The german trauma. 'Dame eso que has escondido', le dije con autoridad, y me entregó el folleto del disco de Marilyn que se acaba de comprar. En el folleto, amplios documentos gráficos. Mi santo se compra cada seis meses una nueva recopilación de las canciones de la Monroe, como ésta que acaba de adquirir. Ya que en todas vienen las mismas canciones, me temo que se compra el compact por el folleto. Yo le permito este tipo de infidelidades virtuales que alivian del yugo conyugal. Por cierto, que no me canso de ver una entrevista que le hizo Juan Cruz a Paco Rabal para el Canal Estilo, en la cual Cruz dice: 'Paco, queriendo tanto como quieres a Asunción, le has sido infiel muchas veces...', a lo que Paco contesta: 'Pero sólo sexualmente'. Con un par de narices. Otro hombre que la tiene grande, y partida en dos, lo cual es, si cabe, más interesante.

Sobre infidelidades irrealizadas va In the mood for love, o, dicho más llanamente, sobre pajas mentales. Aunque mi religión no me permite llevar la contraria a los críticos que la definen como obra maestra, a mí, que soy más terrenal, una película sobre infidelidad en la que no hay tomate será muy bonita, pero no es mi plato. Aunque luego me leo el folleto explicativo de la película y me gusta más. Me pasa con frecuencia, me gusta más el folleto que las películas, también los viajes me gustan más en el folleto, y las cremas de estética. ¡Donde se ponga un folleto!

Pero no soy un alma teórica, soy mujer de acción, y aunque me he quedado en Madrid esta Semana Santa, he ido al gimnasio, aunque Bicoca del Fresno no está, y el gimnasio sin Bicoca es como Venecia sin ti, un coñazo. No es que Bicoca esté en la playa; ella dice que irse de vacaciones durante las vacaciones es como cutre. Bicoca aprovecha estas fechas para hacerse retoques estéticos: me hago una lipo, me dijo, con el aliciente de que ahora la grasa no se tira, se guarda para extraer células madre. Yo creí que iba a donar su grasa a una ONG: 'No, guapa, ni hablar, mi grasa me la guarda el médico en un tuper por si yo, en un futuro, la necesito'. Siempre se ha dicho: los ricos se hacen ricos porque no dan nada a nadie.

Y en estos días de diletancia urbana también leo (no sólo folletos), mis ojos van de 'iluminación y fulgor nocturno', las memorias de Carson McCullers a las de Reynaldo Arenas, Antes que anochezca. Insomne me tienen entre los dos. Con respecto a la McCullers se me confirma eso que siempre le digo a mi santo: no hay pareja literaria que haya sido normal ('¿Y qué quieres que yo le haga?', me dice siempre él). Y en cuanto a Arenas, cada vez que le digo a un intelectual que estoy leyéndolo, me dice 'Yo lo leí en su momento'. Bueno, hijos míos, pero no os pongáis así. Los clásicos se mantienen gracias a que hay personas como yo, que nunca leímos los libros en su momento. Hablando del conmovedor libro de Arenas y siguiendo con el tema de los tamaños, ¿por qué me gusta más Bardem que Banderas en materia de actores internacionales? Porque Bardem la tiene más grande. Mi psicoanalista me dijo que yo es que relaciono el tamaño de la nariz con el tamaño del pene. 'No me jodas', pensé. Puede ser, porque otra cosa no seré, pero retorcida... Será por eso por lo que me compré ayer un disco que ha resultado ser maravilloso, el de Capullo de Jerez. Fue ver la nariz de Capullo y comprarlo. Dice por bulerías: 'Hay quien me dice que sí, / hay quien me dice que no, / mi mare me ha dicho a mí / que el dinero lo hace to, / que compra la lavadora / y compra el televisó'. Completamente de acuerdo con la madre de Capullo. Si ya lo dice un aforismo de Baltasar Gracián, otro clásico que no leí en su momento: 'Delante de un gran hombre, siempre hay una gran nariz'. ¿O lo he soñado?

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