Reportaje:

La noche de los versos tristes

Paco Ibáñez ofrece una antología de su cancionero y exalta los valores republicanos con el teatro Olympia lleno

'Puedo escribir los versos más tristes esta noche', reza el poema número 20 de Pablo Neruda que muchos descubrieron a través de Paco Ibáñez y que constituyó uno de los momentos más emotivos del recital único que el cantautor ofreció en el Teatro Olympia de Valencia la noche del pasado lunes. Si éste es -que lo es- uno de los poemas en castellano más populares del siglo XX se debe, en parte a la lectura que Paco Ibáñez ha hecho del mismo, desvelando con claridad meridiana, para un público amplio, la música interna de sus versos, mérito que sólo está al alcance de los mejores cantautores. Las pa...

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'Puedo escribir los versos más tristes esta noche', reza el poema número 20 de Pablo Neruda que muchos descubrieron a través de Paco Ibáñez y que constituyó uno de los momentos más emotivos del recital único que el cantautor ofreció en el Teatro Olympia de Valencia la noche del pasado lunes. Si éste es -que lo es- uno de los poemas en castellano más populares del siglo XX se debe, en parte a la lectura que Paco Ibáñez ha hecho del mismo, desvelando con claridad meridiana, para un público amplio, la música interna de sus versos, mérito que sólo está al alcance de los mejores cantautores. Las palabras 'tristes' y 'noche' suenan más oscuras cuando las dice él. Y es que pocos han sabido entonar como Paco Ibáñez los poemas de Neruda, la canción número 16 ('Me gusta cuando callas y estás como distante') o la Canción desesperada que sonaron en la segunda parte del recital, más intimista que la primera, iniciada con una dedicatoria al pintor valenciano José María Gorrís.

No dejó pasar inadvertida el protagonista de la velada esa íntima relación entre el poeta y el cantante, lo que a fin de cuentas otorga el marchamo de cantautor, como dejó patente con la Canción del jinete, 'de Lorca, aunque a veces me digo si la habré escrito yo', que fue el comentario de Paco Ibáñez al introducir esta pieza hecha 'a medias' con el poeta granadino.

El fondo rojo del escenario y un teatro a tope, lleno de arriba abajo, crearon la atmósfera cálida que en todo momento arropó al artista, equipado con voz queda ('si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra', cantó, con versos de Blas de Otero que, subrayó, 'tienen los colores de la bandera republicana'), pero firme y sabiamente dosificada, como demostró elevando el tono en los últimos minutos del concierto.

Allí estaban los seguidores de antaño, los que guardan en las estanterías los álbumes España de hoy y de siempre, Paco Ibáñez a l'Olympia o Paco Ibáñez canta a Pablo Neruda, pero también sus hijos, sorprendidos por el ambiente, la manera de decir las cosas y las cosas dichas. Paco Ibáñez estuvo solo en escena, guitarra en ristre, camisa negra, casi todo el tiempo, salvo tres piezas de Brassens y Machado, que desgranó en trío de guitarras y una canción que hizo en dúo con su hija Alicia.

Una bandera republicana al fondo del escenario y crespones tricolores en manos de espectadores dejaban claro el marco del concierto (el setenta aniversario de la II República), veinte años después de la última actuación de Paco Ibáñez en la ciudad que le vio nacer, si bien sus credenciales vitales y culturales le sitúan en otros muchos lugares, pero especialmente en el País Vasco y en París.

Con el teatro a tope, cantó en vasco y aprovechó para dirigir sus comentarios críticos tanto a la postura que representa el ex ministro y candidato a lendakari Mayor Oreja como a la violencia en Euskadi. En cuanto a París, donde se forjó como creador e intérprete de canciones, se refirió a Brassens como 'el Johann Sebastian Bach de la canción'. 'Gracias a él estoy aquí', reconoció, porque le convenció del valor de la canción para transmitir sentimientos y mensajes profundos a le gente, al tiempo que recordaba cómo su madre hizo notar a algunos de los presentes en el histórico concierto del artista en el Olympia de París algo que les había pasado inadvertido: 'Vosotros no sabéis que gracias a mí estáis aquí'.

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Entre la hondura de los sentimientos reflejados en Palabras para Julia (de José Agustín Goytisolo), los versos jocosos de canciones como Matrimonio incauto (de Samaniego) y las explícitas invitaciones a la rebeldía juvenil de La Mala reputación (Brassens de nuevo) o Y ríase la gente (Góngora resucitado), discurrió un concierto que duró más de dos horas y que encaró los inevitables bises con dos versiones de A galopar, la canción de combate (cultural y político, como suele recordar) más emblemática de este intérprete que, a los 66 años, continua grabando, actuando y comprometido como en los años de la dictadura. Este poema de Alberti, rasgado a la guitarra como si de una pieza de western se tratara, sonó primero con la bandera republicana distendida y, después, con la insignia agitada por los vientos artificiales de los atrezzistas. Se escucharon vivas a la República y Paco Ibáñez sugirió: '¡Eso es, gritadlo alto para que se enteren!'. Para acabar se oyó la voz de los 'andaluces de Jaén', de los 'aceituneros altivos', coreada por el público de forma unánime, como había coreado Érase una vez o A Galopar, porque, según confesó su intérprete, ya no la concibe si no es como un canto colectivo.

Paco Ibáñez, durante su recital en Valencia.SANTIAGO CARREGUÍ

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