Columna

Such

Tiene gracia que el mismo día que se cae la Mir, esa gaiata sideral que algunos comunistas todavía confiaban en que se estrellase contra el Pentágono, vuelva Diego Such al firmamento de los papeles. Aunque bien mirado, Such también ha estado más abandonado que la Mir, dando órbitas alrededor de su propia soledad, quizá desarrollando bacterias mutantes y esperando una llamada del Palau de la Generalitat que le encendiera el rostro como uno de esos monumentos de luz de Castellón, que están a medio camino entre una falla y un restaurante chino. La dimisión de Such de la alcaldía de La Nuci...

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Tiene gracia que el mismo día que se cae la Mir, esa gaiata sideral que algunos comunistas todavía confiaban en que se estrellase contra el Pentágono, vuelva Diego Such al firmamento de los papeles. Aunque bien mirado, Such también ha estado más abandonado que la Mir, dando órbitas alrededor de su propia soledad, quizá desarrollando bacterias mutantes y esperando una llamada del Palau de la Generalitat que le encendiera el rostro como uno de esos monumentos de luz de Castellón, que están a medio camino entre una falla y un restaurante chino. La dimisión de Such de la alcaldía de La Nucia ha sido tan repentina como lo fue su vocación municipalista, que tuvo una escenificación tan poco improvisada que pareció sorprender hasta al mismo Eduardo Zaplana, quien, a diferencia del ex consejero de Industria, no sobreactúa. Pero el único realmente impresionado fue quien ostentaba el cargo de alcalde en ese momento. Entonces Such maquilló su propio funeral con el solemne epitafio en inglés -small is beautiful (¿o era wonderful?)- y dejó entrever que se trataba de algo transitorio hasta ser designado miembro del consejo de administración de una gran empresa del ramo eléctrico. Sin embargo esa luz nunca se encendió y tuvo que demostrar su pericia de hombre de Estado en la alcaldía, desde la que, nada más acceder en el verano de 1999, tomó la decisión de revisar el plan general de ordenación urbana. Para algo había estado haciendo galas y coros con Julio Iglesias por esos mundos del Ivex en los que nunca se pone el Sol. Primero dirigió el consistorio de La Nucia desde Valencia y luego acabó pidiendo el reingreso en la Universidad de Alicante. De su gestión municipal sólo llegaron crujidos de juzgado: una querella de una constructora vasca por apropiación indebida, denuncias de vecinos ante el Defensor del Pueblo por paralizaciones de obras y dos requerimientos de Obras Públicas para que informase sobre las obras ilegales que se realizaban bajo su mandato. Ahora ha arrojado la toalla porque 'eso está reconducido' y porque suena para 'embajador en Méjico' y para 'asesorar la fusión de las cajas'. Incluso puede que se vaya de comandante a la Mir.

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