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Con el propósito de demostrar que los errores ajenos no pueden evitar los propios, Proust escribió una novela de tres mil páginas. Nadie le imitó, lo que confirma su tesis. Quienes hayan leído ese monumento a la sabiduría saben que, por ridículos que nos parezcan los patinazos ajenos, no por eso nos libramos de patinar igual y en el mismo lugar. De modo que, para rectificar, es inevitable haberse equivocado. Se trata de un derecho poco difundido y de difícil práctica, pero fundamental. Sólo cuando reconocemos el perjuicio que nos causa nuestra propia estupidez (o maldad), nos corregimos. Y así...

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Con el propósito de demostrar que los errores ajenos no pueden evitar los propios, Proust escribió una novela de tres mil páginas. Nadie le imitó, lo que confirma su tesis. Quienes hayan leído ese monumento a la sabiduría saben que, por ridículos que nos parezcan los patinazos ajenos, no por eso nos libramos de patinar igual y en el mismo lugar. De modo que, para rectificar, es inevitable haberse equivocado. Se trata de un derecho poco difundido y de difícil práctica, pero fundamental. Sólo cuando reconocemos el perjuicio que nos causa nuestra propia estupidez (o maldad), nos corregimos. Y así crecemos. Acertar siempre es cosa reservada al Santo Padre, el cual, no crece.

Lo que Proust escribió en una época individualista y para los individuos, vale para los colectivos de nuestra época, que es gregaria. Nadie se ofenda. Por 'gregario' entiendo que hoy casi todo el mundo 'es' de algo. El Real Madrid y el Barça, sin ir más lejos, juntan más gente que 'se siente' suya de la que nunca pudo reunir Marx en su Internacional. Así que los errores los cometen ahora entes colectivos como, ya me perdonarán, el PNV. Nadie quiere criminalizarles, ni que cambien la chapela por un tricornio. Sólo les suplicamos con esmerada educación (tienen malas pulgas) que enmienden. Reconocer que el pacto de Lizarra fue tan clarividente y benéfico como el de Múnich entre Hitler y Stalin no les convierte en enanos, sino todo lo contrario. Así que, si en las próximas elecciones pierden poder (lo que ya sólo quiere decir 'dinero'), a lo mejor se percatan de que no han estado muy perspicaces en los últimos dos años. Dejar con el culo al aire a media población, tiene un precio. Y más cuando hay tanto patriota buscando el glúteo ajeno con ardor guerrero.

Un tropezón cualquiera lo da en la vida. Ahora bien, sostener que ese es el modo nacional de caminar, y que lo propiamente vasco es ir dando traspiés hacia la nada, puede resultar cómico. Y para según quién, trágico. Que enmienden y se lean las tres mil páginas de Proust durante las sesiones parlamentarias, tan tediosas cuando uno forma parte de la oposición y no puede darle un cargo al cuñado. A lo mejor le toman afición.

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