Un presidente a la antigua usanza

La decisión de José María Arrate de no presentarse a la reelección en el Athletic no se la esperaban ni sus más íntimos colaboradores. Arrate había vivido sin oposición en un club tranquilo, los resultados no amenazaban su estabilidad y su situación personal no parecía interferir en la dedicación exclusiva que siempre le ha otorgado al club. Arrate, un presidente a la vieja usanza -vivía prácticamente en el Palacio de Ibaigane, sede del club, no tenía portavoz desde hace un par de años y atendía todos los quehaceres de la entidad- supo encarar las exigencias del cambio de guión futbolístico, a...

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La decisión de José María Arrate de no presentarse a la reelección en el Athletic no se la esperaban ni sus más íntimos colaboradores. Arrate había vivido sin oposición en un club tranquilo, los resultados no amenazaban su estabilidad y su situación personal no parecía interferir en la dedicación exclusiva que siempre le ha otorgado al club. Arrate, un presidente a la vieja usanza -vivía prácticamente en el Palacio de Ibaigane, sede del club, no tenía portavoz desde hace un par de años y atendía todos los quehaceres de la entidad- supo encarar las exigencias del cambio de guión futbolístico, aunque no acabó de profundizar la modernización del club.

Todo apuntaba a que en un nuevo mandato volvería a ser un abanderado de la negociación de los contratos televisivos de los clubes de segundo nivel de audiencia, que abordaría la construcción del nuevo San Mamés -eje prioritario del crecimiento de un club atípcio-, que impulsaría el cambio de la estructura administrativa de una entidad regida con tanta buena voluntad como falta de recursos humanos y estructurales. Todo eso se queda en el camino, tras siete años de mandato. Y posiblemente la envergadura del trabajo y las exigencias personales no han coincidido con la precisión mecánica que requería.

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Arrate, perdió unas elecciones y, con perseverancia, ganó las siguientes. Luego se quedó sin rivales. Vinculado al nacionalismo dialogante, quiso desvincular al Athletic de la polémica política, aunque sus decisiones acarraearon más discusión de la prevista (negativa a los minutos de silencio por víctimas del terrorismo). En junio dejará un club sólido, pero atribulado, con un debate pendiente: la redefinición deportiva, sin perder sus orígenes, y la adaptación al nuevo diseño futbolístico. La campaña electoral se antoja ahora muy caliente.

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