Crítica:WAX BEAT | ROCK

El potencial

No debería ocurrir pero uno todavía se desconcierta al encontrarse al príncipe Felipe en un concierto de rock. Es digno de mencionar ya que su presencia carga el ambiente de un local con una rara electricidad. No sólo por esos ocho guardaespaldas con todos los sentidos en alerta; destacable la curiosidad encubierta de un público selecto y bohemio que parecería poco apto a dejarse impresionar.

Que no quepan dudas: lo que hace Patricia Kraus en Wax Beat es rock en su más amplia definición. Tras sus inicios como cantante pop, inevitablemente marcada por su viaje al Festival de Eurovisión, ...

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No debería ocurrir pero uno todavía se desconcierta al encontrarse al príncipe Felipe en un concierto de rock. Es digno de mencionar ya que su presencia carga el ambiente de un local con una rara electricidad. No sólo por esos ocho guardaespaldas con todos los sentidos en alerta; destacable la curiosidad encubierta de un público selecto y bohemio que parecería poco apto a dejarse impresionar.

Que no quepan dudas: lo que hace Patricia Kraus en Wax Beat es rock en su más amplia definición. Tras sus inicios como cantante pop, inevitablemente marcada por su viaje al Festival de Eurovisión, Kraus osciló hacia la experimentación en PKDA, donde su voz se conjugaba con la batería de Daniel Assante en espectáculos multimedia. Una propuesta que liberaba a nuestra pacata industria discográfica de responsabilidades: 'Eso está muy bien pero no es vendible'.

Wax Beat, que se completa con Juan Belda y el mago del estudio Juan Gómez Acebo, usa excelentes músicos (excepcional el percusionista ruso) para sus presentaciones en directo. Que se abren con la retumbante Goldfinger y siguen por variados palos. De PKDA queda el gusto por piezas exploratorias, que con la mayor riqueza instrumental ahora se aproximan al etno-tecno. Allí se aprecia el deleite de Patricia Kraus en el canto puro, aunque resulten igualmente impactantes las baladas y medios tiempos donde ella pone maneras de diva del soul, aunque sus acompañantes tiren hacia modos del rock setentero.

La cantante, obviamente complacida por la entrega del público -abundantes gritos femeninos de '¡guapa!'-, domina el escenario y dirige la banda con autoridad. Una banda que, con su combinación de sexos y looks, parece irreal, el sueño del director de casting de una película. Pero lo que importa es que, con un disco (autoeditado, obviamente) en el mercado, Wax Beat muestra un rico potencial a la espera de un repertorio y una producción capaces de hacer honor a tan insólita conjunción de talentos.

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