Columna

Del amor

A través del cine se pueden enviar tantas emociones artísticas y sensibles que es difícil acertar con todas ellas: o falla la música, o algún actor, o el cineasta o el guión; pero de vez en cuando ocurre el milagro de que acierten todas a la vez, o, mejor dicho, que toquen las teclas precisas de algún o algunos espectadores afortunados que sienten colmada su capacidad de asombro y viven un sueño de felicidad, incluso aunque el tema sea corrosivo.

En este caso me voy a referir a una película amable que han estrenado hace poco aquí, en Sevilla. Su título es ...

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A través del cine se pueden enviar tantas emociones artísticas y sensibles que es difícil acertar con todas ellas: o falla la música, o algún actor, o el cineasta o el guión; pero de vez en cuando ocurre el milagro de que acierten todas a la vez, o, mejor dicho, que toquen las teclas precisas de algún o algunos espectadores afortunados que sienten colmada su capacidad de asombro y viven un sueño de felicidad, incluso aunque el tema sea corrosivo.

En este caso me voy a referir a una película amable que han estrenado hace poco aquí, en Sevilla. Su título es In the mood for love (Deseando amar), de Won Kar-Wai. La acción tiene lugar en Hong Kong, en 1962, y el autor utiliza y economiza al mismo tiempo todos los recursos hasta conseguir una economía de atisbos, miradas, gestos, lugares y palabras tan reales y tan ambiguos, tan de carne y tan de espejo que no se pueden ver como una fantasía sino como una verdad cotidiana.

Me da la sensación de que embelesa, sobre todo, a las mujeres, y debe ser por el tema del amor (con minúscula y voluntario, no como las inmigrantes prostituidas), porque los sentimientos nos llegan a través de la protagonista femenina y, quizá, por el esmero estético, como una obsesión, del director.

A las mujeres nos encanta ver, oír y hablar del amor, de su esperanza, su angustia, del temor que produce el no poderlo fijar ni descansar, el no saber cómo ni cuándo llega ni cómo ni cuándo se va. Con el tiempo todos acabamos descubriendo la realidad que vivimos, tal como la protagonista de la película lo descubre con su esposo, con la esposa de su vecino, con su jefe... y el conocimiento dificulta la decisión; el amor deja de ser una realidad para convertirse en un deseo, en un resplandor; y por eso ella duda y duda tanto ¿la tentación de sentirse querida? ¿el deseo de lo imposible? ¿caer en la realidad que despreció?

En la Historia de la Eternidad, Borges transcribe un terrible y bellísimo pasaje de Lucrecio explicando cómo Venus engaña a los amantes con simulacros sin ningún resultado, 'ya que no alcanzan a perderse en el otro ni a ser un mismo ser'.

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