El talento suburbial

Un ex madridista descuelga al Barcelona de la lucha por el título

El fútbol es enemigo de la vida confortable y del corazón de las grandes urbes. Desde muy antiguo, el juego se ha refugiado en los barrios y los suburbios, donde acucia la necesidad y aún queda algún solar libre para distraerse con la pelota. Madrid no es una excepción: la mayoría de los grandes futbolistas surgidos en la capital durante los últimos años (Raúl, Caminero, Alfonso, Míchel...) provenía del extrarradio. Víctor es también de esta estirpe. Nació en Getafe, como Alfonso, hace 25 años y se crió en la cantera del Madrid. El sábado vivió su gran noche con el Deportivo, que, gracias a do...

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El fútbol es enemigo de la vida confortable y del corazón de las grandes urbes. Desde muy antiguo, el juego se ha refugiado en los barrios y los suburbios, donde acucia la necesidad y aún queda algún solar libre para distraerse con la pelota. Madrid no es una excepción: la mayoría de los grandes futbolistas surgidos en la capital durante los últimos años (Raúl, Caminero, Alfonso, Míchel...) provenía del extrarradio. Víctor es también de esta estirpe. Nació en Getafe, como Alfonso, hace 25 años y se crió en la cantera del Madrid. El sábado vivió su gran noche con el Deportivo, que, gracias a dos goles suyos, obtuvo el primer triunfo de su historia en el Camp Nou.

Su ídolo, por supuesto, es Míchel, de quien fue un efímero heredero en el callejón del ocho madridista. Aunque se le suponía delantero, Fabio Capello le colocó en ese puesto a falta de otra solución mejor. Era todavía un chaval y vivió grandes éxitos: una Liga y una Copa de Europa. Pero no logró sobrevivir en la jungla blanca y, tras un fugaz paso por el Racing, acabó recalando en el Deportivo.

En A Coruña alcanzó otra Liga y encontró el trampolín para jugar con la selección. En el último mes, sin embargo, había pasado a un relativo ostracismo al perder el puesto en favor del impetuoso Scaloni. Víctor fue paciente y evitó la tentación de utilizar a la prensa para reclamar la titularidad, método habitual en algunos compañeros. Le bastó una gran cita para reivindicarse con dos goles magníficos: en el primero golpeó la pelota con la zurda, la pierna que menos usa, y en el segundo la colocó con delicadeza en el primer palo repitiendo una acción ensayada en el laboratorio de Javier Irureta.

Fue su gran noche de gloria, adornada, además, con un hermoso detalle. Tras el primer tanto, juntó sus manos en posición de orar y miró al cielo. ¿De quién se acordaba Víctor? Del infortunado ciclista Ricardo Otxoa -es muy aficionado al ciclismo- y del padre de una periodista, ambos fallecidos esa semana.

Viaja siempre con el ordenador portátil y, para ir pensando en el futuro, se ha montado un restaurante en Getafe. Su madridismo sigue vivo y seguramente le habrá halagado lograr dos goles que han dejado al Barça casi fuera de la lucha por el título. Pero que tenga cuidado el Madrid el próximo sábado en Riazor: Víctor se crece en esas ocasiones y en la pasada Liga ya hizo ante su ex equipo su mejor partido.

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