Arciprestes en pie de guerra

La que califica el número de esta semana de Paraula, uno de los órganos del Arzobispado de Valencia, de 'amena presentación' del plan pastoral, fue, al contrario, una 'muy tensa y tumultuosa' reunión, según los asistentes, mantenida, hasta ahora, en un total hermetismo. Habían sido convocados los arciprestes y el consejo de gobierno de la diócesis, bajo la presidencia del arzobispo Agustín García-Gasco para mostrarles el Plan Pastoral para 2001-2004 'valiéndose de modernos medios técnicos'.

Tras una larga exposición a los más de cien asistentes, tomó la palabra un arcipreste de l...

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La que califica el número de esta semana de Paraula, uno de los órganos del Arzobispado de Valencia, de 'amena presentación' del plan pastoral, fue, al contrario, una 'muy tensa y tumultuosa' reunión, según los asistentes, mantenida, hasta ahora, en un total hermetismo. Habían sido convocados los arciprestes y el consejo de gobierno de la diócesis, bajo la presidencia del arzobispo Agustín García-Gasco para mostrarles el Plan Pastoral para 2001-2004 'valiéndose de modernos medios técnicos'.

Tras una larga exposición a los más de cien asistentes, tomó la palabra un arcipreste de la Ribera Alta para criticar que 'más que un plan, parece un borrador que igual aprovechapara Burgos que Valencia' y para preguntar cuáles son los criterios del arzobispo. Respondió el Pro-vicario de Evangelización, Juan Ramón Pinal, que, en efecto 'se trata de un anteproyecto'. Contestó Garcia-Gasco que sus 'criterios eran su voluntad de que el laicado esté presente'. Otro arcipreste de la comarca de L'Alcoià pidió al Arzobispo 'hechos y no palabras', afirmando que tenía 'muchas cosas que decirle' pero que lo haría 'en privado'.

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El motivo de la cumbre ya se había olvidado; la tirantez ya se había instalado en el ambiente; un arcipreste de Valencia quiso aportar 'un poco de humor' y ya no fue posible. En un clima de tensión un arcipreste de L'Horta Nord, que dijo hablar 'en nombre de un numeroso grupo de arciprestes y sacerdotes', afirmó que se estaban 'tratando muchos asuntos, pero no las cosas que interesaban a la Diócesis', que se quería presentar como un problema la dimisión del obispo Sanus, 'cuando el problema era una forma de gobernar' y que 'ya estaba bien de silencios'. El citado arcipreste exigió al arzobispo un signo claro de fraternidad evangélica con el obispo dimisionario, a lo que García-Gasco respondió que su 'gesto era el silencio'. El mismo arcipreste exigió 'la inmediata destitución o dimisión d el pro-vicario Juan Ramón Pinal porque no tiene credibilidad moral ante el clero'. Tras un denso silencio, Pinal respondió que 'el que estuviera libre de pecado que tirase la primera piedra y que tanto un arcipreste como un pro-vicario son nombrados por el arzobispo'.

García-Gasco ordenó al vicario general Eduardo Margarit que buscara un teléfono de monseñor Sanus y que tratara de ofrecerle dinero para sufragar sus gastos de vivienda. No hubo más intervenciones. El arzobispo levantó la sesión en medio de una 'deprimente sensación de desastre'. A la comida programada y servida en un convento próximo por un afamado restaurante no acudieron ni la mitad de los arciprestes invitados.

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