Editorial:

¿Y el BCE?

En menos de un mes, la Reserva Federal de EE UU ha reducido en dos ocasiones sus tipos de interés de referencia en un punto porcentual, en respuesta a las evidencias de desaceleración en su economía. Ha hecho lo que tiene que hacer un banco central cuando, sin menoscabar la atención permanente al objetivo de estabilidad de precios, dispone de señales suficientes que amenazan con una pronunciada y rápida contracción en el ritmo de crecimiento de la economía. A los indicadores estadísticos de ese recorte de la actividad económica -ayer mismo se conoció la disminución en la tasa de crecimiento de...

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En menos de un mes, la Reserva Federal de EE UU ha reducido en dos ocasiones sus tipos de interés de referencia en un punto porcentual, en respuesta a las evidencias de desaceleración en su economía. Ha hecho lo que tiene que hacer un banco central cuando, sin menoscabar la atención permanente al objetivo de estabilidad de precios, dispone de señales suficientes que amenazan con una pronunciada y rápida contracción en el ritmo de crecimiento de la economía. A los indicadores estadísticos de ese recorte de la actividad económica -ayer mismo se conoció la disminución en la tasa de crecimiento del PIB en el cuarto trimestre del año (1,4%)- se añaden el deterioro de la confianza de los agentes económicos, muy particularmente de las familias, y la existencia de desequilibrios financieros importantes. La FED, con su actitud, evita males peores que los observados hasta ahora.

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Los ojos están ahora puestos en el Banco Central Europeo (BCE), cuyo consejo de gobierno se reúne hoy, y no tanto porque decida reducción alguna en los tipos de interés de forma inmediata, sino por las impresiones que transmita su presidente en la comparecencia pública posterior. Las condiciones económicas vigentes en la zona euro son distintas a las de EE UU. Europa debe asumir con más confianza las expectativas de crecimiento. Pero también debería tenerse en cuenta que la desaceleración de la economía estadounidense afectará al crecimiento económico europeo.

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El BCE no sólo debe vigilar las tensiones inflacionistas en algunas economías europeas, sino también la posible contaminación de la desaceleración estadounidense y las muestras de debilitamiento en las decisiones de inversión de las empresas. Si los flujos comerciales de la zona euro con EE UU no son importantes, no ocurre lo mismo con las ventas de las filiales de empresas europeas en aquel país. El BCE debería tener en cuenta las circunstancias tan excepcionales que vive la economía mundial y tendrá que considerar la rebaja de tipos de interés en un futuro próximo. Sería un error que pretendiera acreditar su política antiinflacionista a costa del asentamiento de un ritmo bajo de crecimiento económico.

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