'A los madrileños les encanta lanzarse a la niñez de la magia'
El mago Alejandro García May (Madrid, 1968) ingresó en la cofradía del abracadabra sin proponérselo, por una mezcla de casualidad, tedio y viajes interminables. Ocurrió en dos tiempos. Siendo adolescente, su pertenencia al equipo nacional de esgrima le condenaba a aguantar trayectos de diez o doce horas en autobús o en tren, de competición en competición. Así que aprendió a manejar la baraja de cartas como antídoto contra los bostezos. Y la afición terminó de cuajar en los tiempos de la mili, pues, como enfermero en la prisión, se veía obligado a estar 'más encerrado que los propios presos'. E...
El mago Alejandro García May (Madrid, 1968) ingresó en la cofradía del abracadabra sin proponérselo, por una mezcla de casualidad, tedio y viajes interminables. Ocurrió en dos tiempos. Siendo adolescente, su pertenencia al equipo nacional de esgrima le condenaba a aguantar trayectos de diez o doce horas en autobús o en tren, de competición en competición. Así que aprendió a manejar la baraja de cartas como antídoto contra los bostezos. Y la afición terminó de cuajar en los tiempos de la mili, pues, como enfermero en la prisión, se veía obligado a estar 'más encerrado que los propios presos'. Entonces, conjugó la destreza adquirida con una labor de rastreo por librerías y otras tiendas, a la caza de manuales y vídeos sobre magia. Y debió de encontrar lo que buscaba, porque Alejandro lleva quince años exprimiendo la varita mágica en garitos de Madrid.
Pregunta. ¿Ahora está dedicado a la magia?
Respuesta. No, de día soy enfermero en el área de neonatología del hospital Gregorio Marañón y, por las noches, trabajo en locales madrileños. Soy el mago oficial de los establecimientos Pele-Mele, donde trabajo jueves, viernes y sábados, y luego hago lo que va saliendo, como las actuaciones infantiles en El Montacargas, los domingos de enero.
P. ¿Prefiere a Juan Tamariz o a David Copperfield?
R. Me gusta más Juan Tamariz y me parece más mágico lo que hace él que lo de Copperfield. Es más fácil hacer magia grande de aparatos, que engañar y dejar embobado al público con una baraja en la mano.
P. ¿Qué público es más exigente: el infantil o el adulto?
R. Los niños son siempre mucho más críticos, es más difícil engañar a un niño que a un adulto, los niños no te pasan ni una. Pero también son más agradecidos; cuando no se dan cuenta del truco, te idolatran más.
P. Y ¿cómo está Madrid en cuestión de magia?
R. Madrid es una de las ciudades europeas con más magia. A diferencia de sitios tan importantes como París o Londres, aquí tenemos a lo largo de la semana tres o cuatro sitios donde hay funciones de magia. A los madrileños les encanta lanzarse a la niñez y verse sorprendidos por las cosas que hacemos los magos.
P. ¿Cuál fue su primer truco y el más difícil?
R. El que primero aprendí fue un juego de cartas en el que el espectador adivina la carta antes de que la saque el mago. Y el que más me cuesta, al igual que a la mayoría de los madrileños, es el de llegar a final de mes.
P. ¿Qué le parece que haya programas televisivos que destripen los trucos?
R. Con programas como ésos el espectador pierde la ilusión y, en lugar de dedicarse a ver la magia, se concentra en adivinar dónde está el truco.
El Montacargas, domingo, a las 18.00 horas. Precio: 800 (niños) y 1.000 (adultos). Teléfono: 91 526 11 73. Antillón, 19.