Columna

Circo

El espectáculo circense, tradicional en estas fechas, ha decaído en los últimos años. Al llegar las fiestas navideñas, los grandes circos internacionales solían instalar sus espectaculares carpas en la plaza de toros y en alguno de los muchos descampados con que contaba esta ciudad. La visita al circo era una de las obligaciones ligadas a la Navidad, que esperábamos con ilusión y sin entender muy bien por qué los payasos y las fieras sólo nos visitaban por estas fechas. Las cosas cambiaron, y el mundo del circo también. Los buenos payasos, aquellos de los zapatones y la nariz roja, desa...

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El espectáculo circense, tradicional en estas fechas, ha decaído en los últimos años. Al llegar las fiestas navideñas, los grandes circos internacionales solían instalar sus espectaculares carpas en la plaza de toros y en alguno de los muchos descampados con que contaba esta ciudad. La visita al circo era una de las obligaciones ligadas a la Navidad, que esperábamos con ilusión y sin entender muy bien por qué los payasos y las fieras sólo nos visitaban por estas fechas. Las cosas cambiaron, y el mundo del circo también. Los buenos payasos, aquellos de los zapatones y la nariz roja, desaparecieron de las carpas, que se llenaron de personajes de la tele, y hasta las fieras empezaron a parecer menos feroces, aunque esto último probablemente fuera producto del inexorable paso del tiempo, de la superación de la niñez. De esta manera, la oferta ha menguado de forma considerable y este año nos encontramos con que en Valencia sólo se ha instalado uno de esos grandes circos. Es verdad que también está el delicioso espectáculo del Gran Fele, pero aun así el vacío es patente. Quizá atentos a esta circunstancia, el PP y el Consell han optado por montar este año su propio espectáculo, aunque sin payasos ni fieras, todo lo más con algunos prestidigitadores y una troupe de trapecistas y equilibristas, pero sin carpa, porque no sería políticamente correcto comparar ese espacio circense con el Parlamento, que es lugar que han elegido para montarlo. Me refiero, ya lo habrán adivinado, al circo organizado en torno al brote de legionella de Alcoy con una comisión de investigación en las Cortes Valencianas que los grupos de la oposición abandonaron apenas empezada al considerar que no ofrecía garantías de imparcialidad, de forma que los populares se quedaron solos para investigarse a sí mismos. Ahí, el PP ha mostrado sus dotes de prestidigitación y ha hecho desaparecer casi todo: de repente nos encontramos con que no había brote, ni muertos por legionelosis y, por supuesto, tampoco había responsabilidad de la Administración. Y ha mostrado sus aptitudes de equilibrista al descargar las culpas sobre la oposición y algunos periódicos, además de la calidad de sus trapecistas, que, eso sí, han actuado con la buena red dispuesta al efecto por el Consell.

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