Tribuna:LA SITUACION EN EL PAIS VASCO

El único posible

Como si el tiempo no hubiera hecho desde entonces su labor, la firma del acuerdo entre PP y PSOE ha suscitado un coro de voces nostálgicas de otro pacto firmado en Ajuria Enea en marzo de 1988 por una amplia nómina de partidos, de Alianza Popular al PNV. Aquél sí que habría sido un pacto de verdad, inclusivo y no excluyente, abierto y no cerrado, negociado y no impuesto, dicen las voces. Entre ellas ha resonado con fuerza la del mismísimo PNV, que descalifica como una clara regresión respecto al modélico pacto de Ajuria Enea el firmado esta semana por los dos partidos mayoritarios de ámbito es...

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Como si el tiempo no hubiera hecho desde entonces su labor, la firma del acuerdo entre PP y PSOE ha suscitado un coro de voces nostálgicas de otro pacto firmado en Ajuria Enea en marzo de 1988 por una amplia nómina de partidos, de Alianza Popular al PNV. Aquél sí que habría sido un pacto de verdad, inclusivo y no excluyente, abierto y no cerrado, negociado y no impuesto, dicen las voces. Entre ellas ha resonado con fuerza la del mismísimo PNV, que descalifica como una clara regresión respecto al modélico pacto de Ajuria Enea el firmado esta semana por los dos partidos mayoritarios de ámbito estatal.Como la memoria es corta y la mentira es arma habitual en las luchas por el poder, no estará de más recordar la sustancia de aquel pacto. Al ratificarlo con su firma, el PNV estaba entonces de acuerdo en que el Estatuto de Gernika representaba la voluntad mayoritaria de los ciudadanos del País Vasco y constituia la norma institucional básica para acceder a su autogobierno; creía necesario y urgente establecer un acuerdo estable entre el Gobierno vasco y el del Estado para combatir el terrorismo; compartía la necesidad e importancia de la acción policial y de la colaboración internacional para erradicarlo; lamentaba la ruptura que se había producido en la sociedad entre quienes habían optado por la vías democráticas y estatutarias y quienes continuaban haciendo uso de la violencia; apoyaba, en fin, procesos de diálogo siempre que se dieran condiciones fundamentadas en una clara voluntad de poner fin a la violencia.

Estatuto, acuerdos de gobierno, acción policial, colaboración internacional, erradicación del terrorismo: ésa era la letra de aquel pacto. Y eso es lo que repite el acuerdo entre PP y PSOE, con el añadido, impensable en 1988, de un prólogo en el que constatan el fracaso de la política seguida por el PNV y EA desde sus acuerdos con ETA y EH, exigen la ruptura formal del Pacto de Estella y muestran su resolución de derrotar la estrategia terrorista sin evocar para nada el diálogo. El PNV, como era de esperar, ha puesto el grito en el cielo, e IU, como era de temer, convocó un frente de rechazo. La iniciativa de IU muestra lo errático y oportunista de su política vasca, si no sencillamente la inexperiencia de su líder. Pero la reacción del PNV es otra cosa. Lo es porque pretende situar en el pretérito, en 1988, la fórmula para encarar el futuro, pasando por alto que el pacto de Ajuria Enea fue posible porque el PNV reconocía la vigencia del Estatuto y marcaba la divisoria entre demócratas y terroristas. Partiendo de esos postulados, la política del PNV se encaminaba -o así fue expresamente proclamado- a "erradicar el terrorisrno". La misma dinámica del acuerdo, en el caso de que ETA persistiera en sus atentados, llevó de la mano al comunicado leído por el lehendakari Ardanza tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco: aislar social y políticamente al terrorismo y a su brazo político, HB.

Pero, una vez enfriado el cadáver del desventurado concejal del PP, el PNV puso en marcha una estrategia no ya alternativa, sino contraria a todos y cada uno de los artículos de Ajuria Enea. Su portavoz calificó el Estatuto de forzada imposición española y sus parlamentarios rechazaron formalmente su vigencia; la coordinación intergubernamental para combatir el terrorismo quedó al margen de los acuerdos de legislatura; la acción policial fue descalificada y la Ertzaintza recibió órdenes de no intervenir en la kale borroka. Más grave aún: la línea de fractura antes trazada entre demócratas y violentos se desplazó, por el pacto sellado con ETA, a la establecida entre nacionalistas y "enemigos de la construcción nacional".

Ésta es la situación a la que han debido enfrentarse PP y PSOE. Lo han hecho reafirmando la vigencia de los principios de Ajuria Enea. Su pacto, porque no incluye al PNV, no es el mejor de los deseables; pero, porque el PNV ha conducido la política vasca a un callejón sin salida, es el único posible.

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