Tribuna:

Contumacia en el error

IU y PA parecen empeñados en rivalizar por ver cuál de los dos comete más errores. Es difícil entender cómo los dirigentes de unos partidos pueden ser tan contumaces en poner en práctica políticas erróneas y de hacerlo, además, en los momentos en los que la coyuntura les resulta más favorable. Como consecuencia de ello, ambos partidos se han puesto recurrentemente en la marginalidad, cuando no al borde de la desaparición.IU ha tenido la extraña habilidad de no ser capaz de rentabilizar políticamente en la primera mitad de los noventa una posición de poder de la que no había dispuesto en Andalu...

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IU y PA parecen empeñados en rivalizar por ver cuál de los dos comete más errores. Es difícil entender cómo los dirigentes de unos partidos pueden ser tan contumaces en poner en práctica políticas erróneas y de hacerlo, además, en los momentos en los que la coyuntura les resulta más favorable. Como consecuencia de ello, ambos partidos se han puesto recurrentemente en la marginalidad, cuando no al borde de la desaparición.IU ha tenido la extraña habilidad de no ser capaz de rentabilizar políticamente en la primera mitad de los noventa una posición de poder de la que no había dispuesto en Andalucía desde el momento fundacional de la comunidad autónoma. Nunca ha tenido IU en el sistema político andaluz una posición similar a la que tuvo en 1994. Y no sólo porque obtuvo el 19% de apoyo popular, sino también porque el PSOE obtuvo su peor resultado desde 1982. IU tuvo la ocasión de ocupar más espacio de poder del que había tenido oportunidad de ocupar en cualquier otro momento desde que empezó la transición. En ese momento pudo haber entrado en el Gobierno andaluz ocupando un buen número de consejerías y de consejerías importantes. Dejó pasar esa oportunidad y no se le ha vuelto a presentar otra. La renuncia a ejercer la cuota de poder que el voto ciudadano le había proporcionado ha sido penalizada desde entonces en todas las consultas celebradas en Andalucía: autonómicas, generales y municipales. En democracia los electores no suelen perdonar a los partidos que renuncian a ejercer la función que le es propia: ocuparse de los intereses de quienes le han votado haciendo uso de todo el poder que puedan ocupar. ¿Para qué les vamos a votar de nuevo, si una vez que han tenido posibilidad de entrar en el Gobierno, no lo han hecho? ¿Para qué quieren ustedes nuestros votos? Esta es la peor pregunta que se le puede formular a los dirigentes de un partido político. Y es la pregunta que los ciudadanos andaluces no han dejado de formularle a IU desde 1994. De ahí sus resultados.

De manera similar el PA dejó pasar en 1993 una oportunidad de oro para haberse afirmado como un partido significativo en el sistema político español, lo que, sin duda, en el clima político de ese momento, de deterioro del PSOE, le habría podido proporcionar un rendimiento electoral muy alto en Andalucía después. Lo que estaba en juego en las elecciones de 1993 era la pérdida de la mayoría absoluta del PSOE. Tras las mayorías absolutas de 1982, 1986 y 1989, lo probable era que el PSOE ganara en 1993, pero sin mayoría absoluta. Estar en el Congreso de los Diputados en ese momento era lo decisivo. Y el PA, a tenor de lo que indicaban todas las encuestas, se encontraba en condiciones excelentes para conseguirlo e intentar influir en la futura formación de Gobierno. ¿Qué es lo que hubiera ocurrido en las elecciones autonómicas de 1994, celebradas inmediatamente después de la fuga de Luis Roldán, si el PA en las elecciones de 1993 hubiera tenido representación parlamentaria? Es más que probable que el PSOE no las hubiera ganado, abriendo un campo para el PA extraordinario. Y sin embargo, la pelea interna por la exclusión de los alcaldes de la candidatura a las elecciones generales con la finalidad de que Pedro Pacheco fuera diputado, frustró esa posibilidad y condujo a la marginación del PA en el sistema político español y, como consecuencia de ello, a su posición absolutamente subalterna en el sistema político andaluz.

No habría salido de ella, si no hubiera sido porque el error de IU al que hemos hecho referencia, le proporcionó la oportunidad de entrar en el Gobierno en 1996. Si IU hubiera entrado en el Gobierno en 1994, es más que probable que el PA hubiera desaparecido como partido con representación parlamentaria. La "dimisión" de IU le proporcionó al PA la oportunidad de presentarse como el garante de la gobernabilidad de Andalucía y de justificar de esta manera su presencia en el sistema político andaluz.

Sin embargo, una vez que ha recuperado el aliento, el PA parece empeñado en volver a tirar por la borda el pequeño capital acumulado en estos años y situarse de nuevo al borde del precipicio.

No se entiende que un partido que tenía hecha la campaña electoral de 2000, se haya comportado de la forma en que lo ha hecho. Simplemente tenía que defender su trayectoria desde 1996 y comprometerse a mantener esa línea de actuación. Sin complejos y sin miedos. Para el PA la relación con el PSOE no es el abrazo del oso. La relación no le quita autonomía, sino que se la incrementa. Tenía que haber insistido en esa línea y dejar para un momento ulterior disputas de liderazgo interno. Todavía no tenía fuerzas suficientes como para plantearse el problema que se planteó en la campaña electoral, boicoteando internamente la candidatura de Pedro Pacheco, e inmediatamente después en el último Congreso. Lo que podía haberse presentado en positivo, como contribución a la gobernabilidad, ha acabado presentándose como una ocupación de cargos con finalidad clientelar. Una de las cosas peores que puede hacer un partido. La represión posterior de los disidentes no hace más que acentuar la debilidad del PA y la dificultad de poder competir en el futuro. ¿Para qué le van a pedir el voto a los ciudadanos en las próximas elecciones? ¿Hay alguien que esté pensando en eso?

IU, por el contrario, sí parece que está empezando a entender el mensaje que le han dirigido los electores. Y tiene la suerte de disponer de un coordinador, como Diego Valderas, que es persona de talante muy apropiado para dirigir la coalición en este momento. Como tipo humano Diego Valderas es lo contrario de lo que es y de lo que representó políticamente Luis Carlos Rejón. Tanto hacia dentro como hacia fuera. Y se está empezando a notar. Tal como estaba el patio en IU, es difícil pensar en otro dirigente que hubiera podido conseguir un acuerdo como el que se ha alcanzado en IU este fin de semana. La nueva dirección acordada entre los oficialistas y los críticos es el primer paso positivo en IU en mucho tiempo.

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