Nueva relación capital-trabajo

El anuncio de Villalonga de aprobar un plan de opciones para los casi 100.000 empleados de Telefónica tuvo dos consecuencias. Por un lado, echó tierra sobre la polémica de las plusvalías que se habían asegurado los directivos de una compañía que apenas tres años antes pertenecía al Estado, así como de las ganancias del propio Villalonga, designado para el cargo por el Gobierno del PP. Por otra parte, el programa para empleados abrió otro debate, de más calado, sobre la participación de los trabajadores en el accionariado de sus empresas, derribando las viejas fronteras entre el capital y el tr...

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El anuncio de Villalonga de aprobar un plan de opciones para los casi 100.000 empleados de Telefónica tuvo dos consecuencias. Por un lado, echó tierra sobre la polémica de las plusvalías que se habían asegurado los directivos de una compañía que apenas tres años antes pertenecía al Estado, así como de las ganancias del propio Villalonga, designado para el cargo por el Gobierno del PP. Por otra parte, el programa para empleados abrió otro debate, de más calado, sobre la participación de los trabajadores en el accionariado de sus empresas, derribando las viejas fronteras entre el capital y el trabajo. Se apelaba al ejemplo de EE UU, donde 10 millones de empleados de 3.000 empresas eran ya partícipes de este tipo de planes.

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Villalonga apareció como un visionario y otras muchas compañías se apresuraron a poner en marcha programas similares. El clima de optimismo era tal que nadie discutía qué pasaría si el valor de la acción caía, sino cuál era el mejor tratamiento fiscal para las cuantiosas plusvalías, que se daban por descontadas.

Pero la realidad ha sido muy distinta. Las bolsas atraviesan malos tiempos y las acciones, no sólo de Telefónica sino de todo el sector tecnológico, han caído en picado desde entonces.

De hecho, si el Plan Ties se hubiera puesto en marcha inmediatamente después de su anuncio, los trabajadores no hubieran conseguido muchas más plusvalías que ahora porque, debido al estado de euforia que se vivía, nadie hubiera vendido las acciones y hubieran visto como se devaluaban paulatinamente las opciones.

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