García-Gasco intentó enterrar el legado de Roca Cabanellas

Al tomar posesión de la sede de Valencia el 3 de octubre de 1992 Agustín García-Gascó, la iglesia valenciana, aún bajo el impacto de la muerte prematura de su arzobispo, Miguel Roca, estaba expectante y dispuesta a poner en marcha la renovación profunda que suponía el reciente Sinodo. El nuevo arzobispo estaba bien relacionado con la Conferencia Episcopal Española, donde había desempeñado la secretaría general, e incluso intentó en su momento acercarse al cardenal valenciano Vicente Enrique i Tarancón.Esta modernización también había alcanzado a los otrora cochambrosos apartamentos privados de...

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Al tomar posesión de la sede de Valencia el 3 de octubre de 1992 Agustín García-Gascó, la iglesia valenciana, aún bajo el impacto de la muerte prematura de su arzobispo, Miguel Roca, estaba expectante y dispuesta a poner en marcha la renovación profunda que suponía el reciente Sinodo. El nuevo arzobispo estaba bien relacionado con la Conferencia Episcopal Española, donde había desempeñado la secretaría general, e incluso intentó en su momento acercarse al cardenal valenciano Vicente Enrique i Tarancón.Esta modernización también había alcanzado a los otrora cochambrosos apartamentos privados del Palacio Arzobispal. El nuevo inquilino, nacido en 1931 en el pueblo toledano de Corral de Almaguer, estrenó la reforma palaciega, pero se dispuso a enterrar la obra de Roca Cabanellas. No podía aceptar que nada hiciera sombra a su pontificado. La primera pieza a batir fue el obispo auxiliar Rafael Sanus, alcoyano también de 69 años, muy apreciado por el clero valenciano por su talante dialogante, su formación intelectual y por su magisterio en el Colegio San Juan de Ribera y en el Seminario de Montcada.

El clero se sintió enseguida decepcionado con el arzobispo que ni le conocía ni deseaba conocerle, con la vista permanentemente dirigida a Madrid, donde esperaba desembarcar con púrpura y capelo, tras un breve paso por Valencia, su primera sede residencial.

Escasamente reconocido por su formación teologica, litúrgica o humanística, sus cercanos le atribuyen modos propios del mundo de la política, que le llevan a actuar, más que por convicciones, a golpe de oportunidad y oportunismo.Su maridaje con altos cargos del PP lo explica diciendo que la "cosa de Dios se realiza con la ayuda de las instituciones", lo que para muchos supone la reedición de un nada evangélico nacional-catolicismo. Tanta militancia le llevó, durante la pasada campaña electoral a montarle actos al presidente de la Generalitat Eduardo Zaplana, prestar la catedral para la exposición La luz de las imágenes y proporcionarle al candidato del PP audiencias con el mismo Papa.

Asuntos como el pleito contra el Ayuntamiento de Alzira por la propiedad de la montaña y el santurio del Lluc de Alzira han puesto de manifiesto, según diversas fuentes clericales, una notable torpeza, vanidad, arbitrariedad e imprudencia.

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Ahora, el futuro de García-Gasco es una incógnita. Algunas fuentes eclesiásticas le sitúan en el arzobispado de Toledo. La dimisión de Sanus le ha puesto en un brete.

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